lunes, 26 de septiembre de 2011

AHMINAJEDAD Y CRISTINA:
COMPETENCIA DE VANIDADES


Es bien sabido que en las asambleas generales de la ONU no se resuelve absolutamente nada y que las mismas representan simples reuniones de políticos deseosos por cultivar su autoestima y vanidad y, a partir de allí, de acrecentar su rating, sea nacional como internacional. Dentro de los habitués podemos mencionarlo al comerciante en petróleo Chávez, hoy de asueto debido a un obligado tratamiento de quimioterapia, así como el persa Ahminajedad, habiéndosele agregado esta vez otros no tan rimbombantes como la plebiscitada Cristina Kirchner; respecto de los cuales diremos algunas palabras.
En relación al iraní una vez más hemos asistido a su circo de amenazas productoras de estentóreos retiros repentinos y precipitados de europeos, israelíes y yanquis, mezclando una vez más en su discurso cosas justas con falsedades que, a pesar de la gran alharaca suscitada, terminan sirviendo al mismo poder que dice combatir. Por ejemplo es muy noble y justa la causa de la denuncia que efectúa del Estado de Israel calificándolo como una verdadera impostura así como sus reclamos hechos a Europa respecto de que tendría que haber sido ella la encargada de brindarles un territorio a los judíos que se sentían disconformes con vivir en naciones que no fuesen la propia. Al fin y al cabo, como se trataba de personas con conflictos en tal continente, era allí donde se tendría que haber resuelto el problema y no haber avasallado por tantos años al pueblo palestino, comunidad que no solamente había permanecido ajena al mismo, sino que incluso había convivido pacíficamente por décadas enteras con los judíos existentes en su propio territorio. De la misma manera que es justa también la denuncia respecto del uso trivial y chantajista que se hace del drama del holocausto en función de tal consigna, cosa que el iraní se ha destacado sobremanera en denunciar en forma valiente quedando así dignificado por tal hecho. Pero lo que de ninguna manera le permite dicho acierto es la asunción burda que el mismo realiza, en función de disputas internas, respecto del desgastado dogma montajista en relación a los famosos hechos que se desencadenaron el 11S. Aquí hay que acotar que lo que lo ha determinado en sus posiciones ha sido la rivalidad pronunciada que existe entre el iraní de extracción chiíta y los grupos sunitas que han estado a la cabeza de tales hechos. Pero la misma no lo tendría que hacer incurrir en la confusión de causas con efectos, tal como han venido haciendo en forma por demás torpe y sistemática los diversos grupos montajistas. Por ejemplo, es verdad afirmar que la invasión a Afganistán tuvo como excusa los famosos atentados. Y esto ha sido incluso sostenido por los talibanes. Pero a partir de allí no deben forzarse los hechos y atribuirles tal acción a los mismos norteamericanos, por más ‘pruebas’ e ‘investigaciones’ que se quieran esgrimir. Respecto de estas últimas varias veces hemos hecho notar que sucede lo mismo que con la polémica entre evolucionistas e involucionistas en biología. Un mismo hecho puede servir para demostrar sea una cosa como su contraria. Y nos remitimos una vez más al famoso ejemplo del pasaporte intacto del mujaidin Atta hallado entre las ruinas de las Torres, respecto del cual no puede quedar duda alguna de que fue introducido en forma intencional. Pero el mismo puede haber sido puesto sea para poder ‘demostrar’ que se trató de un montaje preparado, como dicen los montajistas, o lo más probable que haya sido puesto a propósito para que se diga tal cosa y se pueda así obtener el objetivo principal que consiste en mostrar que no era posible haberles producido un daño tan grande con semejante escasez de medios.
Pero como aquí nos encontramos con personas reacias a cualquier debate y que saben aprovechar muy bien el gran espacio que el sistema les proporciona a fin de que efectúen libremente su tarea de corrosión de una causa justa y de una acción exitosa y heroica, vayamos a un ejemplo aun más sencillo. Que alguien pueda aprovechar la muerte de un familiar muy cercano a un ser querido para ir a visitarlo en tal ocasión y a lo mejor utilizar dicha circunstancia como excusa para retomar una relación perdida, ello no tiene por qué significar que haya sido él quien a propósito produjo la muerte de ese familiar. Y respecto de la guerra de Afganistán puede haber sido perfectamente factible que se haya tomado tal evento como excusa para invadir tal país, aunque con seguridad EEUU se debe estar arrepintiendo muchísimo por lo efectuado, de la misma manera que en el ejemplo anterior acontecería si tras la visita a ese ser querido se expulsara en forma intempestiva al que la realizó. De cualquier forma habría que preguntarse una vez más ¿qué es lo que le ha causado más daño a los norteamericanos, las peroratas de Ahminajedad o la misma guerra de Afganistán, luego Irak, Yemen, Somalia, Pakistán, etc. producidas todas por el ‘autogestionado’ atentado?

Es dentro de este estilo retórico que intenta sustituirse respecto de acciones eficaces y efectivas es que tenemos el singular discurso de Cristina (así la llamamos no por irreverencia sino porque es el apelativo que ha solicitado varias veces en relación a su persona) relativo a la causa de Malvinas. En ambos casos una vez más es la palabra la que suplanta a la acción. Así como Ahminajedad repudió los hechos del 11S, Cristina lo hizo explícitamente con la guerra de Malvinas en relación a la cual manifestó que fue efectuada por un régimen genocida, cuyos principales responsables están presos, por lo que terminó equiparándola así con la problemática conflictiva de los desaparecidos. Enfatizó en que como ahora se trata de un gobierno democrático y consecuentemente pacífico, Inglaterra no debería esgrimir una vez más como aquella vez la defensa de tales principios para continuar con su ocupación. Al respecto Cristina nos recordó que dentro de poco se cumplirán 180 años de la usurpación británica efectuada por vía militar y la subsiguiente expulsión de los pobladores argentinos que allí vivían. Pero quizás sin darse cuenta volvió a esgrimir en su diplomacia los mismos errores que condujeron a la derrota en aquella guerra. En 1982 la Argentina hizo lo que tendría que haber hecho 150 años antes, esto es recuperar un territorio que le había sido sustraído por la fuerza y ante lo cual habían fracasado todas las distintas acciones diplomáticas emprendidas. Pero uno de los tantos errores en que se incurrió en aquella guerra fue no haber hecho lo que correspondía, la expulsión lisa y llana de los usurpadores británicos que allí había a los que se llegó al absurdo de querer reconocérselos como argentinos y en el escaso período en que duró la ocupación se los intentó seducir brindándoseles beneficios de los que no disfrutaban antes, como por ejemplo la televisión. No se daban cuenta de que de esta forma se les estaba dando status de parte a los kelpers cuando en realidad los mismos integraban el imperio usurpador. Más tarde con Menem tal política de seducción llegó a absurdos extremos de sensiblería como el de llegar a regalarles ositos peluche para convertirlos en amigos y a fin de que, a través de tal acto bonachón, nos perdonaran por el gran daño ocasionado con la guerra. Lo que en tal imbecilidad no se decía era que gracias a los tratados de paz firmados por tal gobierno con el usurpador británico, en donde entre otras cosas se les concedió el uso de vastos espacios marítimos que antes no tenían, tal enclave kelper hoy se ha enriquecido notoriamente en razón de las ventas de permisos pesqueros por lo que debe estar tremendamente agradecido mucho más que por la entrega de tal juguete. (1)
Y ahora Cristina sigue con la misma política del peluche llevada a un terreno verbal amenazando con suspender los vuelos aéreos de seducción que con tal fin se venían efectuando hacia Malvinas desde nuestro territorio si es que no se acepta discutir sobre soberanía. A lo cual con sumo tino lo ingleses contestaron que, tal como ha hecho entender la Argentina a través de sus sucesivas acciones, todo depende de la voluntad de los kelpers en tanto quieran dejarse seducir, y éstos ni locos van a perder sus privilegios para pasar de colonia de los ingleses a serlo de la provincia de Santa Cruz, tal como le sucede hoy al resto de sus vecinos argentinos. Una vez más es la guerra y no la seducción lo que nos devolverá no sólo a Malvinas, sino a la Argentina en su totalidad. Una vez más ¡basta de peroratas inútiles y pajaronas!

(1) Como una muestra más del grado de repugnancia que demostrara tal régimen oportunista, no por casualidad hoy aliado al de su sucesor también peronista, recordemos que antes de llegar al poder no solamente no prometió tal imbecilidad, sino que dijo que ‘las Malvinas iban a ser recuperadas con sangre’. Lo grave del caso fue que algunos incautos terminaron creyéndole y votándolo.

Marcos Ghio

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