martes, 29 de noviembre de 2011

CRÓNICAS EUROPEAS III


EL HOMBRE MÁS LIBRE DE EUROPA

por Marcos Ghio
Embajada de Israel indicando a la 'justicia' respecto de lo que los argentinos están autorizados a leer



Nuestro viaje a Europa concluye el día 5 de noviembre cuando, previamente a nuestra conferencia a la noche en la Librería Europa de Barcelona, por nosotros calificada como el templo de la libertad existente en tal continente, durante la mañana de ese día efectúo una visita al hombre más libre que allí habita, que es el amigo Pedro Varela quien se encuentra preso en la cárcel de Brian, sita en un suburbio de tal ciudad. Antes de ello, con mucha anticipación y mientras me encontraba aun en la Argentina, he debido enviar mis datos personales a fin de ser admitido para tal encuentro.
Partimos a la mañana temprano en compañía de uno de sus abogados y amigo personal quien lleva además unos bolsos para entregar al prisionero. Me indica que, si bien el encuentro está programado para las 11, debemos estar 3 horas antes para una serie de trámites previos a fin de ser admitidos al encuentro. Llegados al lugar, a los apuros pues, de acuerdo a lo que me comentaba mi acompañante, corríamos el riesgo de no ser admitidos en caso de demoras, debemos efectuar dos largas colas llenando una serie de papeles en razón de trámites burocráticos relativos a la seguridad de la institución. Nos hallamos en un lugar repleto de familiares de internados; en su mayoría son extranjeros por su aspecto y por las lenguas incomprensibles en que platican, hay entre ellos muchos magrebíes, ostensibles por el color oscuro de su piel, pero hay también sudamericanos. Casualmente un uruguayo al lado nuestro en la fila nos cuenta el drama de su hijo preso que sufre de trastorno bipolar y que se preocupaba por llegar a tiempo para entregarle la medicación.
Por fin, luego de pasar por varios cacheos y por la máquina que detecta metales peligrosos, podemos entrar al pabellón uno en donde se encuentra alojado nuestro amigo. Nuestro acompañante nos explica que hace poco tiempo fue llevado allí por razones de conducta y que se encontraba ahora sometido a un régimen más severo consistente en que esta vez las visitas no iban a ser al aire libre y sin interferencias de ningún tipo, sino en un salón cerrado y separados del preso por un grueso cristal comunicándonos, como en los cajeros de los bancos, a través de un metal con orificios. Se me dice también que este cambio había sido porque Varela no se había ‘educado’ convenientemente en la prisión. Seguía leyendo cosas inconvenientes y además su librería, el aludido templo de la libertad, continuaba brindando las conferencias de siempre aun con su dueño preso. Que ahora estaba en un pabellón con drogadictos en tanto se consideraba que él también consumía y difundía sustancias peligrosas para la salud de la gente. Su delito resulta pues difícil de clasificar en tanto no existe todavía un pabellón para los delincuentes de ideas.
Arribados pues al momento del encuentro se me indica que debo ser muy breve pues apenas contamos con 20 minutos y que la chicharra del final de la reunión no suele demorarse ni siquiera un segundo de más. Aparte en ese breve lapso mi acompañante debe hablarle de varias cosas relativas a los contenidos de los bultos que le ha entregado a la administración de la prisión.
Raudamente le explico al amigo preso en pocas palabras los argumentos que a mi entender podría esgrimir en su defensa. Dejen de lado eso de que Ud no ha reivindicado el holocausto simplemente por haber puesto en duda ciertas cifras del mismo, ni que tampoco por tal razón en vez de promover delito alguno, tal como se lo ha acusado con tanta frivolidad, se ha encargado de brindar una buena noticia con pruebas fehacientes recabadas no por Ud sino por otras personas. Manifestar que no murieron 6 millones, sino muchos menos, es lo mismo que a un enfermo al cual los médicos le hubiesen diagnosticado un cáncer se le apareciese otro que en cambio con pruebas al canto le hubiese dicho que se trataba solamente de una infección. Acá, amigo Varela, tenemos que renunciar al sentido común que se ha convertido en lo menos común de todo. Los jueces reciben órdenes y las tienen que cumplir. En este caso yo tengo en mi haber algo escrito por aquel que se las da, se trata de una nota del embajador de Israel presentada en la Argentina en una causa por la que se me procesó en el pasado siglo en donde, acompañado con el membrete del candelabro de la embajada aludida, se agrega al expediente judicial un documento de la Licenciada Gurevich de la Delegación israelita en el que se fijan pautas para perseguir a los libreros en caso de no cumplir con lo indicado. Allí se dice textualmente que vender textos como Mi Lucha o Los protocolos, por ejemplo, no representa delito alguno en tanto que se trata de documentos históricos. Sí lo sería si se lo hiciese en kioscos y a precios promocionales al alcance de todo el mundo y no de estudiosos y académicos. Por lo que sabía hasta ahora la Librería Europa no vendía libros baratos y todos los textos que allí se exhiben son importantes obras de investigación muy necesarias para todo aquel que quiera hacerse, junto a otras lecturas distintas, una composición de lugar adecuada y objetiva relativa a los hechos de la última gran guerra. Varela me escuchó con mucha atención y le dijo a su abogado que trate de ponerse al tanto de tal material; luego la conversación se derivó hacia las cuestiones relativas al contenido de los bolsos y otros asuntos personales. Ya estaba por sonar la chicharra y entonces alcancé a decirle lo último de todo. A Ud quizás lo haya asombrado estar preso por librero y editor de libros y que esta suerte no la hayan corrido en cambio otros colegas suyos que han cometido su mismo ‘delito’. Sepa, estimado amigo, que esto es apenas la excusa. Hay otra razón que nunca se la van a dar. Ud es además un importante investigador que ha puesto en duda uno de los pilares centrales en que se basa el actual sistema democrático en el que vivimos. El Holocausto, lo mismo que nuestros 30.000 desaparecidos en grado menor *, es el equivalente al infierno de los cristianos. De acuerdo a dicha religión no puede creerse en Dios sin hacerlo también con el infierno. Cuando niños, cada vez que nosotros vivíamos las injusticias de este mundo, el catecismo nos informaba siempre de algo mucho peor que podía acontecer en caso de rebelarnos contra el creador del mismo y por esta causa nosotros lo terminábamos aceptando con resignación. Sucede exactamente igual con nuestra democracia. Frente a los incesantes latrocinios e injusticias a los cuales somos sometidos por nuestra clase política al servicio de los usureros se nos recuerda siempre que en caso de no ser así pueden llegar a morir 6 millones o 30 mil según la importancia de los países. Y Ud Varela ha efectuado una incontestable investigación que pone en duda la existencia del infierno democrático. Cuando en su contundente informe nos demuestra, sin que haya sido hasta ahora rebatido, que el diario de Ana Frank, escrito entre 1943 y 1944, aparece hecho con bolígrafo cuando tal medio gráfico fue introducido en Europa recién a partir de 1947, Ud ha llegado hasta la médula misma del problema, hasta el propio sistema escolar del mundo democrático, pues ha puesto en evidencia que tal lectura obligatoria representa un verdadero fraude con el que se engaña a nuestros jóvenes. ¡Cuál otro castigo le podría haber cabido por parte de esta tiranía!
Ya la chicharra ha sonado pero he alcanzado a decirle lo fundamental.
Mientras regresamos a Barcelona con el auto y conversamos con el abogado respecto de la manera de cómo le puedo hacer llegar ese material del cual hablábamos no puedo esconder mi escepticismo. Los jueces que hoy existen sea en Argentina como en España, y Uds lo tienen nada menos que a Garzón, no son justos sino democráticos. Ellos más que satisfacer a la Justicia lo hacen con la voluntad del soberano, la cual bien sabemos que no es propia, sino de quienes la forman. Y en tanto éstos ya lo han condenado a Varela y a todos los que pensamos como él, su función es entonces la de sofistas, es decir se remiten a ser las personas encargadas de justificar con argumentos pretendidamente racionales lo que la voluntad del soberano, es decir de los banqueros, les indican. Sucede así que lo justo es suplantado por lo espectacular y llamativo. Resultan al respecto sumamente risueñas por lo insólitas e inverosímiles las actuales sentencias que se obtienen toda vez que por alguna razón hay que litigar con representantes de los principales lobbies que hoy controlan el planeta, como por ejemplo el lobbie sionista y el de los homosexuales que en nuestro país comparten una empresa común en contra de la ‘discriminación’. Pero afortunadamente, como nosotros, Varela no ha perdido la fe y sigue en pie luchando contra viento y marea. Esa misma noche en la Librería Europa habríamos de dar una nueva conferencia, pero no nos preocupamos por ello ya que después del pabellón nº 1 no hay otro peor.



* Ponemos el acento en el ‘grado menor’ pues tiempo atrás nuestra presidenta Cristina Kirchner cometió la gran imprudencia de decir que eran dos cosas asimilables el Holocausto judío con los 30.000 desaparecidos argentinos. Inmediatamente el Centro Simón Wiesenthal de nuestro país saltó como leche hervida y reprendió a la aludida por haber cometido una frivolidad semejante puesto que el Holocausto no tiene comparación alguna posible. Tal como era de imaginarse Kristina, que en cambio en otras circunstancias suele formular respuestas punzantes a sus críticos y objetores, esta vez, por tratarse de tal institución poderosa, hizo un reverendo silencio.

lunes, 21 de noviembre de 2011

CRÓNICAS EUROPEAS II

CABALGAR EL TIGRE EN 2011
LA DESCOMPOSICIÓN DE EUROPA
por Marcos Ghio


Identitario Salvini en feroz combate contra el velo islámico





I- INTRODUCCIÓN CONCEPTUAL




Tal como manifestáramos en la primera parte de esta conferencia, el hombre de la tradición, a diferencia del moderno, es aquel que, en tanto tiene por meta la trascendencia y lo que es más que mera vida, concibe su existencia como una lucha incesante y purificadora de doblegamiento de lo inferior de sí, el yo meramente psicológico, por parte de su dimensión más elevada, el yo espiritual, de lo que pertenece a la simple temporalidad y de aquello que cambia incesantemente, por el plano de lo eterno e inmutable.
Esta acción, que es esencialmente interior en tanto acontece en lo más profundo de sí, en sus grados más elevados y en función de un acto de superabundancia, se proyecta hacia afuera en tanto que, en la medida que se ha arribado a tal esfera más alta, desaparece allí la diferencia entre lo que es simplemente interno y externo. Y más aun, la lucha por doblegarse a sí mismo exige como paso necesario un acto de objetivación consistente en una acción exterior por la que el enemigo interno se hace una misma cosa con el externo en modo tal que acontece que no puede vencerse a uno si no se lo hace simultáneamente con el que se nos aparece como afuera de sí. Es aquello que en la religión islámica -aunque no exclusivamente en ésta- se formula como la diferencia existente entre la pequeña y la gran guerra santa. Esta última es la principal en tanto que es la lucha de lo superior contra lo inferior que acontece en lo más profundo de sí y está representada por el doblegamiento de lo que puede haber de moderno en nosotros, en tanto significa el olvido de lo esencial de sí mismo y de la elección trascendental efectuada antes de esta vida, para sumergirse en cambio en sus fenómenos efímeros y accidentales. La pequeña es la manifestación externa de esta gran guerra, representando su gran importancia por el hecho de que, al objetivarse tal antagonismo, ello permite así una clarificación mayor en tanto que la realidad externa llega a convertirse en un espejo de lo que está aconteciendo adentro de uno mismo.
Ambos combates resultan solidarios, por lo cual este antagonismo externo e irreversible es el fundamento propio de aquello que debe entenderse como la política tradicional expresada a través de la lucha incesante entre el hombre de la tradición, quien tiene por meta la trascendencia, y el moderno que se afinca en este mundo, a través del doblegamiento de este último, debiendo haber estado ello precedido y acompañado simultáneamente por el aniquilamiento de lo moderno que existe en el seno de sí mismo.
La política pues se encuentra aquí totalmente despojada de las peculiaridades propias de nuestro tiempo. No es concebida como el arte de lo posible, por el que con astucia y viveza se elige entre las oportunidades que se nos presentan para ‘triunfar’, sino como de lo necesario en tanto se dejan a un lado todas las posibilidades que nos ofrece la modernidad y solamente se la concibe como una extensión propia de la ascética interna. Vale aquí la expresión esencial de que se hace no lo posible en cuanto a las oportunidades de triunfo, sino ‘lo que se tiene que hacer’, con independencia de éxitos o fracasos, en tanto que en tal caso lo principal son los principios y aquella verdad de la que se es portador. Por supuesto que la vía de la acción exige también de la prudencia, eludiéndose cualquier actitud alocada e infantil tratando así de crear, por afuera de las posibilidades que se nos presentan, otras nuevas y para uso exclusivo de uno mismo.
Éste es pues el sentido que tiene Cabalgar el tigre. La idea consiste aquí en concebir al mundo moderno como un tigre enardecido que marcha alocado hacia su destrucción y que aniquila todo aquello que encuentra ante su paso en tanto que, en su carácter animal, no concibe ni percibe alguna realidad que trascienda el hecho de existir. Se trata aquí de terminar con él, aunque se tiene la certeza de que, si se lo hace de frente, con seguridad seremos arrastrados por tal corriente arrolladora y devorados por la misma. La idea expresada aquí es que aquello contra lo cual nada se puede no pueda en cambio nada en nuestra contra. Esto se lo puede graficar con las siguientes conductas esenciales.
1) Estar en este mundo, pero íntimamente ser totalmente ajeno a él estableciendo profundas distancias con todo lo que pasa, con sus quimeras y proyectos, con sus democracias, en modo tal de no ser afectado ni modificado por ningún acontecimiento. Ser así un convidado de piedra, totalmente ajeno a los entusiasmos y gustos que descontrolan al moderno.
2) Saber siempre que tal carrera alocada habrá de llegar en algún momento a su fin y que ante ello caben solamente dos posibilidades. O que con la destrucción del mundo moderno sobrevenga también la de todo tipo de mundo o por el contrario que del final del mismo pueda instaurarse una nueva edad áurea. En cualquiera de los dos casos es indispensable la presencia activa del hombre de la tradición ya que queda excluido totalmente el fatalismo de los ciclos históricos.
3) Constituyendo órdenes guerreras y sapienciales esperará éste con paciencia y en vigilia el momento de tal punto de disyunción. Ésta será pues la razón de constituir por el mundo entero centros evolianos, concibiendo una vez más tal término no como el seguimiento escolástico de un autor, sino la palabra precisa por la que al concepto de tradición se le otorga un significado adecuado que no pueda prestarse a confusión.

1ª PARTE: 1995




Arribados a este punto quiero hacer una breve alusión personal. Conocí la obra de Evola tarde, cuando orillaba los 40 años y entonces, frente a tal descubrimiento que otorgaba un sesgo preciso y conceptual a un tradicionalismo que solamente vivía de manera exotérica y por lo tanto parcial, me avine a dos tareas esenciales. Primeramente llenar una terrible laguna existente en nuestra lengua con la traducción de su obra principal, Rebelión contra el mundo moderno, y la segunda, no menos importante, defender y difundir tal legado poniéndome a total disposición de todos aquellos que compartiesen tales puntos de vista y que, en razón de una mayor cercanía en tiempo y espacio con el Maestro, pudiesen servirme de verdadera orientación.
Fue así cómo, luego de haber satisfecho mi primera misión, en el año 1995 efectué un viaje a Europa y específicamente a Italia con la intención de encontrarme con sus seguidores más directos y ponerme a disposición de ellos así como un soldado lo hace respecto de un conductor. Pero recordaba también, antes de embarcarme, las graves dificultades que Evola en vida tuviera no solamente con sus manifiestos enemigos modernos, sino aun con sus pretendidos seguidores y todas aquellas desviaciones que tuvo que combatir. Empezando por la deserción de quienes, al no poder soportar la soledad de la idea, transaron con alguna forma exotérica de ‘tradicionalismo’ ya que lo evoliano, según sus propias palabras, era un ‘helioterapia que los quemaba demasiado’, para seguir luego con formas más grotescas de nazi-maoísmo, más tarde expresadas bajo el mote de ‘nacional-comunismo’, las que con torpeza malinterpretaban la vía de la mano izquierda de Cabalgar el tigre y que fueran refutadas brillantemente en el texto ‘La tentación maoísta’, para terminar en un no menos torpe nacionalismo neonazi (indoeuropeo) expresado embrionalmente por su más directo discípulo, Adriano Romualdi, que se coartara en su momento en forma temprana tras la muerte repentina de su propulsor no permitiendo así sino réplicas más sesgadas, como en el recientemente publicado artículo La religiosidad indoeuropea, aunque refutadas en manera contundente en un capítulo especial de Los hombres y las ruinas.
Fue así como con tales prevenciones llegué a conocer a quienes en Italia fungían como los más cercanos a su pensamiento. Constaté así, no sin asombro, que ninguno de éstos se reputaba propiamente como evoliano, sino que simplemente sentían cuanto más un respeto hacia tal figura. Tanto Marcello Veneziani (1), como Marco Tarchi (2), graduados universitarios, que habían efectuado, especialmente este último, una importante difusión de sus ideas, criticaban las escasas posibilidades de éxito que brindaban las mismas para el que quisiese vivir en el mundo moderno. Así pues, mientras que el primero lo acusaba de solipsismo, habiendo sustituido, según sus propias palabras, su estudio y lectura por el de Heidegger y Arendt, el otro en cambio, más explícito todavía, lo acusaba de haber sostenido un ‘mito incapacitante’ por el que quedaban vedadas las posibilidades del éxito en su carrera profesional.
Más deprimente todavía me resultó saber que, además de no existir más en Italia un Centro Evoliano, la Fundación J. Evola, presidida por Gianfranco De Turris, que no tenía ni siquiera un local de funcionamiento ni tampoco ahora una simple página Web, era la extensión de una editorial encargada de cobrar derechos de autor por sus traducciones. De Turris estaba especialmente preocupado, aunque no forzosamente por las necesidades del aludido sello editorial, porque no se lo demonizara a Evola por los medios de prensa y universitarios. Su gran meta era que algún día pudiese convertirse en lectura obligatoria en algún importante centro académico. Por supuesto que más tarde rompió toda relación con nosotros cuando supo de nuestra adhesión a los famosos hechos del 11S y a la guerra consecuente guerra emprendida por el fundamentalismo islámico en contra de la modernidad; pero quiero decir que lo que pensé ya en ese entonces es que ojalá no llegue nunca ese día anhelado por el Sr. De Turris pues cuando esto pase deberemos rompernos la cabeza en buscar otro nombre para diferenciarnos del sistema. Y no quiero terminar mi análisis sin recordar el encuentro que tuviera con Pino Rauti, quien se reputara como seguidor y simpatizante de Evola y que en ese entonces, siendo diputado en la Unión Europea, capitaneaba un movimiento titulado la Fiamma Tricolore que pretendía adherir a un fascismo ortodoxo en contraposición al postfascismo implementado por Fini. Invitado a hablar en una sede en la ciudad de Milán sobre la situación en la Argentina pude constatar, en forma por demás traumática, que tal grupo adhería a posiciones de extrema izquierda. Simpatizaba con nuestros Montoneros y con el Che Guevara y competía con los grupos ortodoxos del marxismo leninismo respecto de quién defendía mejor a los trabajadores luego de la deserción del Partido Comunista. Yo ya en ese entonces le dije a Rauti que consideraba que un movimiento inspirado en ideales tradicionales debía tener como bandera no una mejor distribución de las riquezas, sino por el contrario sostener abiertamente una lucha en contra del consumismo y de la infatuación moderna por el factor económico y que por tales razones debía por igual estar alejado sea del capitalismo, sostenido por su ex socio Fini, como del comunismo que en cambio levantaba él ahora. Demás está decir que no solamente no se me hizo caso, sino que, como era de esperar en quien no es capaz de superar la modernidad, el antes aludido terminó más tarde votándolo con su partido a Berlusconi. Recordemos también que, en una tesitura izquierdista similar desde un plano de las ideas, Claudio Mutti lo acusaba a Evola de atlantista por haber sostenido en vida una lucha incondicional en contra del comunismo en tanto que lo reputaba como una falsa opción que colaboraba en el sostenimiento del rumbo de la decadencia moderna. Mutti, en un artículo que hemos criticado (3), le reprochaba a Evola por haberse declarado en contra de Nasser y a favor de la Hermandad Musulmana, la que según él, del mismo modo que le reprocha hoy a Al Qaeda, habría sido una agencia de los EEUU.
Tal como pudimos constatar en Italia no había evolianos (4), sino cuanto más personas interesadas en su pensamiento.


(1) Marcello Veneziani había hecho una interesante tesis doctoral sobre Evola en una universidad de Sicilia.
(2) El caso de Marco Tarchi me resultó más significativo. En un almuerzo que tuviéramos en Florencia me manifestó, con mucha sinceridad de su parte, que gracias a que había dejado de ser adepto a Evola -y en cambio ahora lo era de Alain de Benoist- lo habían invitado a hablar en varios centros culturales y televisivos y que se le publicaban artículos en importantes medios. Agreguemos también que, gracias a que en su revista aparecieran artículos elogiosos de la figura de Menem de cuando era presidente, fue invitado a hablar en la Argentina en donde tuvimos que escucharlo, también en un contexto abiertamente anti-evoliano, defender los logros de la ciencia moderna y de su tecnología así como condenar consecuentemente la invasión española en América por haber producido ‘un importante genocidio’. Yo que presencié esa conferencia en obligado silencio le quise siempre preguntar por qué, si fue así, los indios, a no ser que por masoquismo, se plegaron unánimemente a los realistas en las guerras de la independencia. Quizás hoy en día la clave de ello nos la haya brindado el presidente Chávez cuando, al desenterrar la salma de Bolívar para averiguar si murió envenenado, se encontró con la sorpresa de que estaba envuelta en una bandera británica.
(3) Esto puede verse en la segunda parte de nuestra conferencia brindada en la ciudad brasileña de Curitiba
(4) No queremos olvidar el caso de Renato del Ponte quien fuera estrecho colaborador de Evola en vida y que dispersara sus cenizas en el Monte Rosa. Años atrás había creado un Centro Evoliano en Génova, el cual ha dejado de existir. En la actualidad junto a la difusión de diferentes obras del Maestro ha concentrado sus esfuerzos en la difusión de un paganismo romano, respecto del cual oficiaría de Pontífice.


2ª PARTE: 2011, EL DESIERTO CRECE




Antes de lo que diré ahora para referirme a los últimos acontecimientos europeos quiero hacer aquí alusión a un hecho fundamental acontecido hace aproximadamente seis años. Gobernaba en ese entonces en Israel Ariel Sharon y, en tanto se encontraba al frente de la institución promotora y rectora de las diferentes expresiones de nuestra democracia occidental, a cuyos exponentes recibía para darles precisas indicaciones, produjo una fundamental reunión con el postfascista Gianfranco Fini, el aludido adversario de Rauti, luego reconciliado con éste en un voto compartido a Berlusconi. Fini que antes de poder ser admitido en tal encuentro tuvo que repudiar públicamente el Holocausto y a la figura de Mussolini, recordando a ese rey francés que, tras decir que ‘París bien vale una misa’, abjuró del protestantismo para hacerse católico, se presentó en público en tal encuentro con un kipá en su cabeza. Luego de la reunión a solas, esta vez en forma pública, Sharon le dijo, tal como nos relatara el Corriere Della Sera, que, para que su nueva conversión no admitiese ningún tipo de dudas, debía esmerarse sobremanera en terminar con la influencia de las ideas de Julius Evola en su movimiento. Sorprendido por la admonición, cuando quedó nuevamente a solas con el premier y, tras acariciarse confundido varias veces el kipá, le preguntó cómo tenía que hacer para cumplir con tal orden. A lo cual el sabio sionista, con gran condescendencia y ternura hacia su persona, le habría recordado lo expresado en un antiguo texto de su religión en el que se dice casi textualmente. ‘Si quieres terminar con una doctrina siembra en su seno a propósito ideas falsas sobre la misma, difunde verdades a medias, rodéate especialmente de intelectualoides vanidosos que en forma sofística se encarguen de confundir lo meramente accidental con lo esencial, manteniendo siempre en silencio esto último.”
Me he propuesto romper los planes del sionismo y por contraste efectuar la obra de difusión en el viejo continente y en el nuestro de las ideas esenciales del pensamiento evoliano denunciando una y otra vez las falsificaciones que por encargo expreso de aquél se vienen efectuando respecto de tal doctrina.
Pero antes de ello y en relación a esto último quiero decir unas palabras respecto de los dos fenómenos concurrentes vividos en tal viejo continente, que han sido en primer término la ‘prosperidad’ de estos últimos años, así como ahora su ‘crisis’, respecto de todo lo cual los aludidos falsificadores, tal como se verá, tienen mucho que ver.
Con respecto a lo primero queremos aprovechar para decir que hay una sola cosa en lo que le hemos dado siempre la razón a Carlos Marx. La fuente de riqueza del capitalismo no está fundada ni en el intercambio de bienes ni simplemente en el mero aumento del consumo de la población, sino principalmente en la plusvalía que se le quita al trabajador. Pero las circunstancias han cambiado sustancialmente desde la época en la cual se escribiera El Capital. Hoy tanto el trabajador como el capitalista europeo han estado disfrutando en grados diferentes de la prosperidad. Entonces ¿a quién es que se le ha venido sacando la plusvalía durante todos estos años? Sin ninguna duda que ha sido a un nuevo tipo humano que ha acudido aluvionalmente a Europa y lo sigue haciendo desde hace años en los EEUU especialmente desde América Central: el inmigrante, el cual es el equivalente al proletario del que nos hablaba Marx, así como al esclavo de los tiempos antiguos. Debido a los profundos desfasajes monetarios que existen en el planeta expresamente inducidos por el poder financiero internacional, hoy en día sucede que una persona que trabaja en negro cobrando la mitad de lo que lo haría un ciudadano europeo o norteamericano, viviendo en condiciones de suma indignidad, puede igualmente enviar una parte exigua de su salario a su país de origen, la cual, debido al aludido desfasaje, le sirve para mantener a una familia entera. Es por tal razón que acepta todo tipo de humillaciones. Se ha sabido en un informe reciente cómo, durante el anhelado trayecto para arribar a los EEUU, las mujeres son violadas sucesivamente en manera salvaje. Ni qué hablar de los sufrimientos, vejaciones de todo tipo que padecen aquellos que ingresan de manera ilegal para trabajar como esclavos en el nuevo país. A todo esto el Estado finge con querer expulsarlos con la clara finalidad de mantenerlos en una situación de miedo e inseguridad, pero, en tanto le conviene que existan, los deja igualmente realizar su trabajo en las condiciones antes aludidas y a cambio de ello impone impuestos altísimos a las personas que disfrutan de tales beneficios, pues con el dinero que obtiene, el que representa en realidad una parte de la plusvalía que se le quita al inmigrante, puede pagar subsidios de desocupación a los europeos sustituidos en tales menesteres que superan con creces lo que ganan los inmigrantes ilegales con su trabajo. Acotemos de todos modos que esto no pasa en todos los países de Europa de la misma forma. Hay como sabemos dos tipos de ‘velocidades’ en tal continente. En algunos una cierta sensiblería y ayuda mutua ha logrado atenuar un poco tal grado de opresión, pero henos aquí que, para contrarrestar tal situación, nos encontramos con la presencia de una cierta ‘derecha’, compuesta en algunos casos por ‘evolianos’ del estilo pretendido por Sharon que se preocupa porque tal situación de extremada bondad salga de sus carriles y que el Estado se ponga severo con la inmigración, por supuesto que no suprimiendo tal anomalía pues sus ganancias son espectaculares, sino ‘regularizándola’, es decir quitarle cualquier tipo de beneficio que se pueda haber obtenido, hacerla más expoliadora, tal como sucede en los países europeos de ‘primera velocidad’, los que gracias a ello pueden pagar tales subsidios.
Esta pretendida derecha que está compuesta por grupos tales como la Liga del Norte en Italia, el Frente Nacional en Francia y la Plataforma por Cataluña en tal región, entre otros, expresa su verdadera hipocresía en tanto se encuentra obsesionada solamente con un tipo de inmigración, la de origen islámico, alegando que la misma les modifica la cultura (ya veremos cuál), por lo cual llaman a combatirla. Israel no podría estar más de acuerdo con todo esto, en especial con las campañas en contra de las mezquitas y el velo islámico en las mujeres. Pero este sentimiento burgués está asociado a otros concurrentes. Con la excusa de la defensa de la propia singularidad, el pluralismo cultural del cual habla la Nueva Derecha, tales grupos en varios casos promueven abiertamente el secesionismo ya que en función de una motivación economicista, del estilo de los kuwaitianos en el Medio Oriente, proponen vivir con los propios recursos sin tener que mantener a zonas poco productivas del propio país. Es como si en una familia un padre considerara que mantener a un hijo o a un familiar enfermo le produjera pérdidas en sus ingresos. Esto lo vemos, entre los tantos ejemplos, en la sugestiva foto que aquí presentamos del secesionista Salvini de la Liga del Norte italiana, enamorado como vemos del inglés, idioma de la libertad y el comercio, y al mismo tiempo de Lamumba, la pulposa africana, una inmigrante sí, pero que se aviene a no usar el velo ni ir a la mezquita. Ésta es pues la inmigración que ellos nos proponen a fin de que no cambien las costumbres onanistas de los europeos. Berlusconi tiempo atrás había manifestado también su preferencia por la marroquí Ruby quien tampoco pertenece a esa odiosa inmigración castradora del velo y la mezquita que hay que eliminar.
En España no se va muy lejos en estos asuntos. Tiempo atrás, en un curioso homenaje a Julius Evola, con un sesgo muy sharoniano, Enrique Ravello, hoy prominente dirigente del aludido grupo regionalista catalán, manifestó que la España franquista era muy represiva sexualmente. Quizás haya sido por eso que los musulmanes lo apoyaron tanto al Caudillo y a su lucha incondicional en contra de los destapes, quizás se encuentre aquí también una manera de poder, en una orientación contraria de la pregonada por el ‘regionalista’, hallar un comienzo para un diálogo profundo entre Islam y Cristianismo en tanto tienen ante sí a un mismo enemigo, el mundo moderno y secular, materialista y pansexualista que ellos representan. Agreguemos también que esta nueva derecha defiende la democracia, el laicismo frente a los intentos islamistas de hacer confluir la religión con la política y que, para que Netanyahu y Obama los miren con más simpatía, manifiesta en su programa que lucha en contra del ‘terrorismo internacional’, por lo tanto avala la infame invasión española a Afganistán. En pocas palabras: no es que están para que se termine el fenómeno inmigratorio, no protestan ni atacan su causa principal, representada por el desfasaje monetario antes mentado, sino que quieren inmigrantes sumisas como Lamumba, que no usen velo ni burka, sino que se exhiban bien en pelotas como las europeas comunes, y que trabajen duro, sin rezar en sus mezquitas, pues ello interfiere con el ‘bienestar europeo’.
No le hubiéramos dedicado mayor espacio a todo esto a no ser que nos hemos enterado de que el Sr. Ravello, quien además funge de defensor de la raza blanca universal, a la que pertenecen también los cristiano sionistas de Norteamérica y los judíos ashkenazis, justamente cumpliendo con las mismas órdenes que un exponente de estos últimos le diera al también derechista Fini, ha manifestado su intención de crear un Centro Evoliano en España. Es de imaginar cuáles son los fines de tal engendro. Tal como vemos, el sionismo no está quieto, sabe dónde golpear y cuáles son sus verdaderos enemigos. Ha tenido la suerte de hallar a personeros encargados de terminar con la herencia de Evola en Europa. Pero, parafraseándolo a Franco: no pasarán.

lunes, 14 de noviembre de 2011

CRÓNICAS EUROPEAS

por Marcos Ghio


Invitado por distintos grupos afines europeos emprendimos entre mediados del pasado mes de octubre y los primeros días de noviembre una gira por España y Portugal en nuestra ya pregonada meta de difusión de los principios esenciales del pensamiento evoliano, concebido como alternativa válida ante el actual sistema en su etapa crepuscular. Fue así como hablamos primero en la zona vasca de España, luego lo hicimos en Oporto, Portugal, para concluir en lo que consideramos que representa la verdadera Meca para todo aquel que por tales fines visita el viejo continente, cual es la Librería Europa de Barcelona, a la que calificamos varias veces como el verdadero templo de la libertad que allí existe. Esta vez, a diferencia de nuestras anteriores visitas en 2007 y 2008, con la lamentable peculiaridad de que el dueño de tal centro cultural, Pedro Varela, se encontraba preso debido a los inconvenientes pensamientos (suyos y de otros) volcados al papel, lo cual es de reconocer que representaba un terrible peligro para un crepúsculo que se esfuerza vanamente por seguir estando a pesar de haber comenzado a correr ya, como veremos, su tiempo de descuento. Tuvimos así el gran privilegio de poder visitar, ya en la etapa final de nuestro viaje, al hombre más libre de toda Europa; de todo lo cual hablaremos en notas sucesivas.
Para ordenar nuestro trabajo lo dividiremos en tres partes. En la primera efectuaremos una síntesis de las ideas principales volcadas en las tres sucesivas conferencias brindadas. En la segunda efectuaremos una serie de reflexiones relativas a la situación que actualmente vive el continente europeo a partir de nuestras experiencias personales, en el contexto de la acción de Cabalgar el tigre en 2011 y en la tercera nos referiremos especialmente a nuestra visita y conversación con Pedro Varela en la prisión de Brian en las afueras de Barcelona.





I- LOS PUNTOS ESENCIALES DEL PENSAMIENTO EVOLIANO

Conferencia brindada en la ciudad de Oporto (Portugal)

a) La doctrina del dualismo de civilizaciones

Tal como hemos repetido en diferentes oportunidades, la doctrina elaborada por Julius Evola a través del casi centenar de libros editados no representa en modo alguno una novedad pergeñada con la finalidad de convertirse en una moda vistosa lista para ser asumida por un conjunto de vanidades empeñadas en destacarse y hacerse notar en un mundo caduco. Nuestro autor se ha abocado en cambio a formular, en un léxico acorde a sus tiempos, lo que son principios perennes pertenecientes a una humanidad que siempre ha existido y que por lo tanto ha hallado sus expositores distintos en épocas diferentes, pero que, al encontrarse especialmente viviendo en un mundo hostil y totalmente apartado de los mismos, ha precisado de una formulación nueva acompañada a su vez de un diagnóstico adecuado relativo a la manera cómo tales principios pueden llegar a plasmarse y de qué modo puede ser posible una rectificación oportuna de los acontecimientos.
Desde tal óptica la obra de Evola no es solamente importante por su carácter apologético, sino principalmente por haberse formulado en un momento de crisis, cuando la circunstancia de anomalía extrema, representada por el mundo moderno estaba comenzando a transitar ya en su proceso terminal. La obra esencial de nuestro autor, Rebelión contra el mundo moderno, tiene así una analogía estrecha con otra escrita 1500 años antes, la Ciudad de Dios de San Agustín.
En ambos casos, aunque en circunstancias y contextos culturales diferentes, se relata allí una fase terminal de la historia, un momento decisivo y con capacidades especiales de producir una gran instancia rectificadora, en este último caso se trataba del final del Imperio Romano mientras que en el que aquí nos aboca nos hallamos en cambio con el ocaso de la Modernidad, es decir de aquella sociedad constituida a partir de los principios de la Revolución Francesa. En las dos obras aparece formulado por igual un dualismo radical de civilizaciones o ciudades, tal como califica San Agustín a un mismo fenómeno. Existen dos tipos de ciudades, decía el filósofo cristiano: aquella que ha puesto su eje en valores puramente humanos y temporales, la Ciudad del hombre, y la que en cambio tiene por meta la trascendencia, la Ciudad de Dios. Y ambas fueron construidas a su vez por dos tipos de hombre o ciudadanos distintos aunque no necesariamente en cuanto a sus apariencias. Si bien los dos son físicamente similares y resulta imposible distinguirlos meramente por su fisonomía externa, representan a dos tipos de humanidades que habitan bajo un mismo pellejo, siendo sin embargo su modo de ser diametralmente opuesto. El primero ha echado raíces en este mundo en modo tal de no poder concebir ninguna otra realidad que se le superponga. El otro en cambio es un ‘peregrino del siglo’, se encuentra aquí de paso en función de una meta superior y trascendente. En razón de tal antagonismo radical ambos ciudadanos se combaten entre sí desde el mismo comienzo de la historia. San Agustín concibe tal antagonismo esencial en modo paradigmático en la primera de las parejas humanas, la de Caín y Abel, que representa la lucha entre dos principios antagónicos, el de lo sedentario y lo nomádico. El sedentarismo de Caín representa simbólicamente al individuo que se encuentra apegado a esta vida y a este mundo y que se asombra y repudia la posibilidad de otra forma de ser que no sea la propia, en cambio el nomadismo en el segundo caso expresa un estado de ansiedad y búsqueda por parte de un sujeto que no se halla satisfecho con lo que lo circunda y que se encuentra en cambio siempre en la actitud de búsqueda de algo superior, de allí su falta de arraigo en un lugar determinado. El hecho de que los dos nos sean presentados como hermanos, pertenecientes a una misma familia, pero sustancialmente diferentes en cuanto a lo interior y que su combate sea irreversible y absoluto, expresa pues esa idea de coexistencia de dos tipos de hombre diferentes bajo una misma forma externa.
Este dualismo radical aparece también en Evola en su esencial doctrina del dualismo de civilizaciones, aunque despojada, a diferencia del caso del filósofo africano, de un contexto teológico. Evola también considera que hay dos tipos de hombre contrapuestos desde los mismos orígenes de la humanidad. El moderno, que ha puesto como eje de su existencia todo lo que pertenece a la simple vida y al mundo del devenir y de lo que cambia incesantemente y el hombre de la tradición que ha centrado la misma en lo permanente, en el ser, en lo que es más que mera vida, en lo eterno en vez que en lo temporal. Cuando estos dos tipos de hombre se manifiestan constituyen civilizaciones diferentes. Moderna es pues una civilización fundada en el devenir y lo que cambia, tradicional en cambio es aquella que se basa en valores permanentes y eternos. Desde tal óptica lo moderno y tradicional no tienen que ver aquí con fenómenos históricos, sino con modalidades propias de ser que pueden aparecer en medidas diferentes en épocas distintas. Por ejemplo hombres modernos los ha habido también en abundancia en la Antigüedad greco-romana y, en tanto éstos llegaron a tomar la primacía y la informaron con valores puramente mundanos y efímeros, llevaron a la misma hacia el colapso, en tanto terminaron incluyéndola como una fase más de un largo proceso biológico de ‘evolución’ y ‘progreso’. Hombres tradicionales también los hay en estos tiempos en los cuales la civilización moderna pareciera haberse hecho omnicomprensiva y totalitaria en modo tal de no poder aceptar ni remotamente la existencia de otra forma posible de ser que no sea la propia.
Es dentro del contexto aquí mentado que podemos decir que la obra de Evola, Rebelión contra el mundo moderno, tiene muy poco que ver con otras similares aparecidas en la misma época que también nos hablaban de crisis y de final irreversible de una determinada civilización, como podría ser por ejemplo La Decadencia de Occidente de Spengler. Aquí habría que decir por contraste con esta última que, si bien nuestro autor afirma que nos encontramos en una situación de crisis terminal y en ‘decadencia’, no considera que éste sea un fenómeno reductible a un determinado espacio cultural, el ‘occidente’, ni menos aun el producto de una circunstancia normal de carácter meramente vital, tal como formulaba el pensador germánico. La civilización que se encuentra en crisis es solamente la moderna la cual ha sobrevenido en el momento en el cual el mundo de la tradición, a través de un acto voluntario por parte de sus élites, de carácter no fatal como en cambio acontece en el ámbito de la naturaleza física, ha dejado de sostener ciertos principios esenciales habiéndose producido por extensión y consecuencia un estado de oscurecimiento colectivo y dando lugar así al mundo moderno.

b) La doctrina de la preexistencia

Es ésta la segunda doctrina esencial que nos difunde Evola en su obra y en tal aspecto podemos decir que la misma se remonta a una tradición que está más lejos aun de San Agustín.
Y esto podría encontrar su explicación en que la circunstancia de crisis terminal en que se encuentra el mundo moderno en estos días podría ser comparada con esos estados de deshielo profundo que ponen al descubierto ciertas superficies que antes resultaban desconocidas aunque siempre hubiesen estado presentes. La caída del imperio romano de la cual había hablado San Agustín acertadamente como el resultado de la crisis de la modernidad (aunque no con tales términos), lejos de haber producido un verdadero proceso de rectificación, trajo sin embargo un estado aun mayor de oscurecimiento tras el triunfo de la cosmovisión judeo-cristiana, la cual nuestro autor diferencia en forma tajante de lo que fuera el catolicismo, al menos en sus virtualidades no consumadas totalmente bajo la forma del gibelinismo, el cual fuera una forma heroica de restauración de una sociedad tradicional asumiendo figuras propias de la religión triunfante. El judeo- cristianismo y en especial en su instancia más caduca, el güelfismo, lejos de haber significado la superación de la decadencia que había dado cabida al fin del Imperio Romano, ha representado en cambio la profundización de la misma con el retorno manifiesto de antiguas formas de religiosidad matriarcal y lunar, que habían sido superadas y vencidas en la antigua Roma con la derrota de las cosmovisiones etruscas que concebían al hombre como un ser absolutamente dependiente y sumiso respecto de una entidad superior a él mismo que lo explicaba y regía en su devenir. Así como el Jehová judaico se caracteriza por otorgar premios y castigos de acuerdo al grado de obediencia a sus designios, la iglesia güelfa, en su carácter autoproclamado de intermediaria de tal entidad superior, se atribuye su capacidad de salvar o condenar de acuerdo al grado de sumisión asumida por las diferentes ‘criaturas’ que le han otorgado su fe, hallándose así los fieles como los hijos en relación a una madre, no habiendo sido así una casualidad que la Iglesia se calificara a sí misma con tal término.
Es de acotar también que tal sello matriarcal y por lo tanto ‘materialista’ (de Mater=Madre) y fatalista, en tanto negador de la libertad esencial del hombre, no desaparecerá para nada luego con los diferentes procesos de secularización que sobrevendrán más tarde tras la decadencia de tal concepción religiosa. De la misma manera que el judeo-cristianismo no representó la superación de la crisis de la antigua romanidad decadente, sino por el contrario la profundización de la misma, las diferentes filosofías o ideologías elaboradas por el mundo occidental en función de una pretendida superación se remitieron tan sólo a suplantar la figura de un dios personal (Jehová o el dios Trino) por entidades impersonales pero asignadas de su misma función en tanto encargadas en todos los casos de ofrecer justificativos a los distintos sujetos para seguir estando vivos con la única condición de que aceptasen convertirse en partes de un proceso que los trascendía y comprendía. Así es como nos encontramos con la creación de diferentes fetiches nuevos y ‘secularizados’ tales como la Razón universal y astuta (Hegel), la Historia (los distintos relativismos geopolíticos y culturalistas), la Economía (liberalismo y marxismo más caducos), el Sexo (freudismo y sus consecuencias más terminales), la Raza (nazismo biológico, especialmente blanco y distintas secuelas del sionismo), etc.
A lo largo del tiempo, a cambio de su sometimiento a los mismos, se le fueron proponiendo al sujeto dos formas distintas de paraíso, diferentes en las apariencias aunque sustancialmente iguales, uno existente en el más allá otorgado por Jehová o por el dios güelfo a sus incondicionales seguidores. El otro surgido tras un largo proceso de duda, impaciencia y desesperanza, así como de falta de tangibilidad a través de sucesivas revoluciones lo terminó sustituyendo por otras formas más asequibles y ‘de este mundo’. La sociedad sin clases, el reino tecnológico de la paz universal y de los estómagos saciados en situación de abundancia y consumo infinito, la plenitud alcanzada por el sexo completo y total, la raza perfecta que lograba a regenerarse y ser inmortal gracias a los descubrimientos de nuevas ciencias y tecnologías, la democracia total y absoluta en donde gobernándose todos a sí mismos con independencia de horizonte y nivel se produce de manera espontánea un gran bienestar colectivo en razón de una sabia armonía preestablecida que con una mano invisible gobierna el universo convirtiendo a los egoísmos y violencias existentes en actos de profunda generosidad y bondad colectiva, etc.
Todas estas quimeras, que solicitaron a su vez de fervorosas fe y confianzas absolutas por parte de sus seguidores, comenzaron a entrar en crisis durante los períodos que dieron cabida a esas tremendas catástrofes universales que fueron las 2 grandes guerras mundiales. Fue especialmente en el interregno de las dos o apenas finalizada la segunda cuando, además de haberse escrito la aludida obra de Evola, fueron apareciendo ciertos movimientos alternativos sea al judeo cristianismo como a sus secuelas secularizadas, llámense historicismo, marxismo, liberalismo, etc. Esta protesta, de acuerdo a Evola, se manifestará en forma extrema con el existencialismo cuando por vez primera se formula juntamente al cuestionamiento radical respecto del por qué estamos aquí debiendo aceptar vivir subordinados a diferentes fetiches, se pregunta también respecto de quién fue el que nos consultó para venir a esta vida. He aquí pues según Evola cómo ha acontecido que tras las tremendas hecatombes padecidas en el mundo los hielos derretidos han dejado al descubierto una antigua doctrina presente en la tradición metafísica pre-cristiana, en Platón y Plotino especialmente, respecto de la preexistencia del hombre. Pero al respecto el existencialismo, lejos de haber profundizado en tal descubrimiento, no ha salido en modo alguno del pantano en el que se encontraba previamente, sino que por el contrario ha terminado profundizando sus mismas consecuencias. Lejos de concebir a la existencia como una decisión propia y trascendental por la que el yo ha decidido encarnarse en función de una meta a cumplir, el mismo sostiene que la misma ha sido en cambio recibida como una ‘condena’. ‘Estamos condenados a ser libres’ (Sartre) o ‘somos para la muerte’ (Heidegger) son sus consignas, concibiendo de este modo la mera finitud y temporalidad como algo que debe ser asumido fatalmente sin ninguna otra cosa que vaya más allá de ello y convirtiéndose así en el fundamento último de este pretendido movimiento de superación de la Modernidad que es la Postmodernidad.
Aquí es donde aparece la gran diferencia aportada por el pensamiento evoliano que es en tal aspecto una verdadera rebelión en contra del mundo moderno. Una vez aceptado que el yo ya era antes de esta existencia, quedarían por ver las razones por las cuales se ha resuelto estar aquí. Aceptar la idea de existencia como ‘condena’ no se aleja de la doctrina judeo-cristiana de la creatio ex nihilo por la cual sería una circunstancia ajena a nuestra voluntad el hecho de estar aquí. En tal aspecto tal concepción religiosa no se contrapone a la ciencia moderna cuando formula que somos simplemente el producto azaroso de un encuentro casual entre un óvulo y un espermatozoide. Haya sido Dios o el azar, en los dos casos nuestra voluntad no intervino para nada en el acto de existir.
Para hallar una explicación respecto de tal circunstancia es bueno retornar a los principios formulados por Platón y expresados en forma alegórica al común de las personas. Es indudable que el conocimiento respecto de la preexistencia del yo, del mismo modo que el de la post-existencia, aceptado también por el judeo-cristianismo, debe basarse esencialmente en un procedimiento no físico sino metafísico. Y al respecto en tal esfera superior lo meramente sensitivo opera como un símbolo y no como una simple intuición, tal como acontece en cambio en la primera. Aquí de lo que se trata en cambio es de otro tipo de intuición de carácter intelectual y no sensible, para nada asimilable a los procedimientos democráticos de la ciencia moderna, que es un fenómeno propio de masas y no de aristocracias. Los seres superiores que alcanzan tal forma de saber, que en tanto tal no se encuentra al alcance de todo el mundo, la formulan en forma alegórica para que pueda ser accesible al común de los mortales. Y a tal respecto el pensamiento tradicional, así como concibe la existencia de dos dimensiones diferentes, la física y la metafísica, también nos habla de dos formas distintas de ser, la temporal y la eterna, las que desde el punto de vista del sujeto se diferencian a través de la dicotomía que existe entre lo psíquico y lo espiritual. Mientras que lo propio de lo eterno es un presente que siempre es y nunca deviene, el tiempo se caracteriza en cambio por un estado de incesante devenir y fluencia, dividido en tres instancias sucesivas que son el pasado, el presente y el futuro, en donde lo único que verdaderamente es es el presente en tanto que las otras dos instancias no son en la medida que ya fueron o aun no han llegado a ser. San Agustín lo llamaba como una línea ideal entre dos momentos que no son, pasado y futuro, pues en el mismo instante que lo mencionamos como tal, ya ha dejado de ser. Pero el tiempo puede a su vez ser de dos tipos, infinito o finito. Este último representa un estado de fluencia limitado por la situación de muerte. En cambio el otro tipo de tiempo estaría representado por un tipo de humanidad que nunca llegase a morir en la medida que su estado de fluencia no tuviese nunca un punto final. Es de alguna manera lo que la ciencia moderna pretende obtener hoy en día a través de las técnicas de trasplantes de órganos, cuya finalidad sería no la de superar a la vida sino de prolongarla hasta lo infinito.
Acotemos además que el hombre moderno, infatuado como se encuentra de democracia, suele burlarse de la doctrina de la preexistencia alegando que no existen ‘pruebas’ respecto de la misma. Más allá de que la palabra ‘prueba’ ya indica la asunción dogmática de que solamente existe lo físico y no lo metafísico, podemos condescender lo mismo en demostrarle que, a pesar de todo, las hay y que las mismas se encuentran en el relato casi unánime brindado por las grandes religiones que nos hablan de la existencia de una humanidad adámica e inmortal que, tras una caída, ha ingresado al mundo de lo mortal y perecedero. Le quedaría entonces por explicar a la ciencia moderna las razones de tal unanimidad, existente en los contextos culturales más dispares, en haber concebido tal ‘superstición’ discrepante con la del evolucionismo que en cambio remonta el origen humano al mundo meramente animal.
Y bien, saliendo ahora del contexto simbólico que pueden significar tales relatos habría que recordar a Platón cuando decía que el alma humana decidía encarnarse en función de una meta determinada. En este caso de lo que se trataría sería la de superar la dimensión temporal con el fin de alcanzar la esfera eterna pasando para ello de un estado de infinitud e inmortalidad a uno de finitud y muerte. Y este pasaje abrupto y cambio de estado implica necesariamente una caída y por lo tanto un olvido respecto de las razones por las cuales se está aquí. Es en este punto en donde interviene en forma subsidiaria la doctrina de la reminiscencia que consiste en considerar que el conocimiento verdadero acontece a través del recuerdo de los motivos que indujeron a venir a esta vida a través de la presencia activa de signos y de maestros que así nos lo señalen. Si sobreviene el extravío el hombre queda reducido al mundo de la muerte y no puede alcanzar esa dimensión superior que es la eternidad, que representa el motivo verdadero por el que vino a este mundo.
Esto es lo que explica pues la existencia de dos humanidades diferentes, la de aquellos que en tanto sumidos en una situación de olvido se han sumergido en los fenómenos propios de esta vida y que por lo tanto nunca se preguntan respecto del por qué y el para qué, en tanto que se encuentran sumamente ocupados en los menesteres de este mundo, en sus éxitos, quimeras y ratings y los otros, los hombres de la tradición, quienes, en tanto han comprendido las razones de por qué están aquí, se aprestan a conquistar la inmortalidad verdadera que brinda la dimensión de lo eterno. Esto es lo que distingue también entre el que es meramente individuo, o ser masificado y como tal parte de un todo que lo trasciende y explica, y el que es en cambio persona, es decir un ente libre y autosuficiente.

(Continuará)