martes, 11 de noviembre de 2014

GHIO: PERONISMO Y CATOLICISMO

A cincuenta años de un hecho aberrante

PERONISMO Y CATOLICISMO

Horda peronista celebrando la quema de la Curia de Buenos Aires en 1955

Pronto ardió la nafta que habían echado sobre las puertas. Entraron en tumulto, gritando. Arrastraron bancos contra las puertas y la hoguera creció. Otros llevaban reclinatorios, imágenes y bancos a la calle. La llovizna caía indiferente y frígida. Echaron nafta y la madera ardió furiosamente, en medio de las heladas ráfagas. Gritaron, sonaron tiros por ahí, algunos corrían, otros se refugiaban en los zaguanes de enfrente, contra las paredes, fascinados por el fuego y el pánico. Alguien alzó en sus brazos una imagen de la Virgen e iba a arrojarla entre las llamas. Otro, un muchacho obrero, aindiado, gritó: “¡Dámela! ¡No la quemes... que me hago de unos pesos!”.... Una mujer rubia y alta, con el pelo suelto y desgreñado, con un hachón de bronce que manejaba a manera de bastón, arrastraba un bolsa que llenaba con imágenes y objetos de culto... mientras se abría paso, la muchachada le gritaba porquerías, le tiraba tizones encendidos y se reía, tratando de manosearla. En otro extremo una mujer aindiada, con un gran palo vigilaba y atizaba el fuego, como un gigantesco asado. Ahora se levantaban grandes llamaradas de la curia: ardían los papeles, los registros. Un hombre de chambergo, morocho, reía histéricamente y tiraba piedras, cascotes, pedazos de pavimento”.
Ernesto Sabato, Sobre héroes y tumbas, pg. 250.



El texto de Sabato que acabamos de reproducir representa un relato testimonial de uno de los hechos más aberrantes de la historia argentina cual fuera el incendio de la Curia metropolitana, el que fuera acompañado además por el de otros importantes templos católicos ubicados en el casco histórico de la ciudad de Buenos Aires y de lo cual hace poco se cumplieron cincuenta años sin que por supuesto ningún medio de prensa significativo le prestara mayor atención.
Mucho se ha hablado del conflicto que surgiera entre el gobierno de Perón y la Iglesia católica aunque no siempre se ha sabido dar adecuadamente con las causas del mismo. Así pues si por el lado de los exegetas del peronismo se ha acentuado en ciertos malentendidos acontecidos entre Perón y la Iglesia, así como en la perseverancia güelfa y política de esta última, para absolver a la figura de su líder, por el otro, quienes no pertenecen a tal movimiento, han encontrado las razones del conflicto en circunstancias puramente secundarias. Así pues el historiador Robert Potash, en sus muy nutridos estudios sobre el peronismo, luego de corroborar el hecho de que Perón perteneció a una revolución que levantó al catolicismo como una bandera reivindicatoria y que implantó la enseñanza de tal religión en las escuelas, considera como un conflicto de carácter estrictamente personal el que aconteciera entre Perón y la Iglesia. Las razones las encontraría en una cierta vida licenciosa en la que el mismo habría incurrido luego de la muerte de su consorte acontecida en 1952. Digamos rápidamente, que aun aceptando la existencia de la misma, en ningún momento de la historia la Iglesia ha encontrado en tales circunstancias las causas de un conflicto con el poder político. Es más, por lo general ha tolerado la existencia de ciertas debilidades en los gobernantes, siempre y cuando los mismos promovieran desde sus funciones a la religión católica.
Queda por lo tanto hacerse la pregunta fundamental. ¿El conflicto entre Perón y la Iglesia católica estuvo motivado por razones puramente políticas y de circunstancia como manifiestan tanto autores peronistas como otros que no lo son o en cambio se debió a un antagonismo de fondo que Perón tenía con el catolicismo? Como consideramos esta segunda razón como valedera, tal como lo esbozáramos en un anterior artículo en donde resaltamos el carácter moderno y antitradicional de Perón, trataremos de ampliar nuestra argumentación.
Para ello hagamos una breve alusión a lo que consideramos como elemento esencial al juzgar lo relativo al catolicismo. Julius Evola entre otros autores ha diferenciado entre este último y el simple cristianismo. Mientras que el primero se caracteriza por considerar la primacía de lo sagrado y trascendente por encima de lo meramente temporal y social, el simple cristianismo, dentro de cuyo contexto se ubican tanto diferentes expresiones del protestantismo como del catolicismo modernista y secularizado, considera a la religión como la expresión más sublime de aquello que es meramente humano y moral. Así pues para este último el mensaje cristiano se reduce a una mera tarea de asistencialismo social, tal como se expresa hoy nítidamente en las vertientes tercermundistas de la Iglesia en su tan exaltada “opción por los pobres”.
Ahora bien, yendo al fenómeno peronista podemos decir que mientras que Potash dijera que el conflicto con la Iglesia se acentuara tras la muerte de Eva Perón, la “abanderada de los humildes”, podemos decir sin lugar a duda alguna que el mismo surgió de mucho antes y que se incentivara especialmente durante la vida de ésta. Así pues es justamente en la obra Eva Perón La razón de mi vida donde se encuentran las críticas más duras a la Iglesia católica, a la que se acusa de haber olvidado los principios del cristianismo, habiendo constituido una religión de ricos y no de pobres y olvidados como en cambio lo sería el peronismo que significaba por contraste un “cristianismo vivido”, mientras que el Vaticano es en cambio equiparado con los distintos centros del poder mundial. A esa reivindicación del cristianismo en contraposición con el catolicismo se le asocian otras circunstancias no menores. Por un lado el nombramiento efectuado en 1950 del reconocido masón anticlerical Méndez de San Martín como ministro de Educación el cual con suma habilidad, en vez de derogar la enseñanza de la religión católica de las escuelas, sustituyó a los sacerdotes encargados de impartirla por docentes laicos a fin de que enseñaran el “cristianismo popular”, “justicialista”, es decir secular y moderno más afín con la masonería.
Pero el influjo moderno, del cual la masonería ha sido siempre la gran impulsora en todos los frentes, no solamente se lo verá a nivel socio-político como en el caso antes aludido, sino en un ataque directo dirigido hacia los dogmas más sagrados de nuestra religión. Así pues no debería llamar la atención el auge que durante tal período tuvieran por un lado los movimientos pentecostales con el conocido vidente yanqui Mr. Hicks ocupando espacios importantes de poder, así como la Escuela Científica Basilio, una rama importante del espiritismo que creciera vertiginosamente bajo tal gobierno, la que también en 1950 convocara a un acto bajo el lema de “Jesús no es Dios” y “El espíritu se ve”. Lo significativo del caso es que tal acto contó con la adhesión expresa del presidente de la República y de su señora esposa. Indudablemente algo sumamente más grave para un gobernante que se proclamaba católico que lo que hoy en día acontece con las diatribas de su actual heredero Kirchner en contra del obispo Baseotto, lo cual es apenas una tibia secuela de una misma orientación. Es de recordar al respecto las notas que Julio Meinvielle dirigiera en contra de tales increíbles adhesiones. Basándose en el texto de René Guénon, no traducido al castellano, El error espiritista, demostraba el carácter moderno de tal movimiento que pretendía con procedimientos propios de una ciencia dirigida hacia realidades puramente físicas tratar de explicar fenómenos pertenecientes a otra dimensión, de carácter estrictamente metafísico. En tales textos el ilustre sacerdote descree de que Perón adhiera íntimamente a tal aberración. La posterior cercanía e influencia de López Rega en sus últimos tiempos, declarado exponente de tal doctrina, así como su adhesión a extrañas sectas heresiarcas como la Iglesia Católica Americana, uno de cuyos “obispos” bendijera las instalaciones del fallido “Altar de la Patria”, ratificarían todo lo contrario. Espiritismo y cristianismo secularizado tienen en común la negación de la trascendencia y por lo tanto ratifican el carácter moderno de Perón para quien la quema de Iglesias y de la Curia no deben haber representado en manera alguna delitos dirigidos en contra del más allá.

Marcos Ghio
Buenos Aires, 30-12-05

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