viernes, 1 de mayo de 2015

RAMÍREZ: INFLUENCIA DE LAS PALABRAS SUTILES

INFLUENCIA  DE  LAS  PALABRAS  SUTILES

    

     En el capítulo XIV de la obra de Julius Evola “El arco y la clava” (Ed. Heracles, 1999, Bs. As.), el gran maestro tradicionalista nos habla de la penetración  que en la mente del hombre moderno tienen algunas palabras, todo ello facilitado por la publicidad y la propaganda con  que día a día se apabulla a hombres y mujeres que han  perdido toda consistencia interior y espiritual.
     Pongamos por ejemplo a la palabra “democracia”, que quién no percibe su verdadero contenido, pero sospecha que hay algo que no le gusta habla de “democracia verdadera” o “democracia sana” o “democracia nacional y popular” para contraponerla a los aspectos que consideran negativos. Estas personas están aceptando, aunque no quieran a la democracia en su esencia, ya que aunque sea “buena” o “ mala” se rige por la cantidad y niega toda jerarquía a lo superior. La democracia sea como sea es intrínsicamente perversa.
    Otra palabra que con su sutileza deforma la realidad es “conflicto” cuando se quiere referir a una guerra, muy usada en mi país, la Argentina, cuando muchos hablan de la guerra de Malvinas. Es francamente ridículo calificar de mero conflicto a un enfrentamiento militar entre dos países con fuerzas armadas, combates, bombardeos, acciones navales, muertos y heridos. Aquí la intención es clara: pasar por alto su importancia y relativizarla, sin considerar el impacto que ello ha tenido y tiene en la vida política argentina.
     Otra palabra que deforma la realidad es “paz”, cuando en realidad lo que se predica es el pacifismo, es decir una actitud de cobardía, de rendición y de ponerse de rodillas, propia de llorones. La verdadera paz se consigue preparándose para la guerra, como decían los antiguos romanos.
     Otras palabras comunes hoy en día son “búsqueda del consenso”, “conciliar” y “acordar”. Esto en el fondo significa abdicar de las propias concepciones y transar con cualquiera, cuando en realidad los que tenemos principios no podemos renunciar a ellos y menos aún en los tiempos modernos.
     También se acostumbra a llamar “grupos terroristas” a los movimientos tradicionalistas del fundamentalismo islámico, cuando la verdad es lo contrario, los terroristas son las potencias modernas que a través de sus brutales intervenciones, imponen el miedo y el terror a los pueblos que se rebelan. Agreguemos que ser “fundamentalista” es un mérito, es creer que hay cosas fundamentales por las cuales vale la pena vivir y morir. Se considera por lo contrario que lo “civilizado” es ser tolerante y convivir con cualquier expresión de la decadencia y del caos moderno.
     Al que sostiene dogmas religiosos se lo tilda de “oscurantista” y “medieval”, cuando la verdad es que los dogmas de las religiones nos salvan de las arbitrariedades del racionalismo y de los libres pensadores.
     Están también los que se llenan la boca pontificando acerca de las excelencias de la constitución, las instituciones y la división de poderes, sosteniendo de esa manera el cadáver del estado de derecho liberal burgués, y de esta manera bloqueando cualquier iniciativa positiva y de verdadero cambio.
    Podemos seguir dando ejemplos y cada uno de los lectores lo podrá hacer por sí mismo, pero lo importante es conocer la intención sutil que encierran estas y muchas palabras. Todo ello está encaminado a defender al mundo moderno y a actuar en forma subliminar sobre las mentes que carecen de una formación interior y son inconsistentes frente a las sugestiones diarias. Es el “hombre fugaz” del que nos hablaba Julius Evola, el hombre sin principios, sin metas espirituales, maleable, que vive como hoja al viento. Solo una sólida formación interior con sentido tradicional nos permitirá hacer frente a este caos.

San Carlos de Bariloche, 23 de marzo del 2015.

JULIÁN  RAMÍREZ


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