jueves, 12 de noviembre de 2015

EVOLA: LA IGLESIA Y LA CIENCIA MODERNA

LA IGLESIA Y LA CIENCIA MODERNA
                                         Profanaciones que vienen de lejos.

Los progresos de la ciencia no conocen ya límites y ha sido así que, en este período de cuaresma de la nuevamente católica Roma, nos ha sucedido tener que asistir a una muy edificante conferencia en donde se nos hizo ver al cuerpo de Jesucristo sobre la tétrica mesa anatómica de una morgue.
Ni más ni menos: tal la conferencia dictada por un tal profesor La Cava efectuada (y esto es ya el colmo) en los locales parroquiales de una iglesia romana sobre La pasión y la muerte de Jesucristo. Por supuesto que en el prólogo de la misma se difundió una prudente advertencia, la de que se estaba considerando tan sólo el aspecto perfectamente humano de Jesús; pero luego de ello, nos encontramos con la carga a fondo de los rutilantes esclarecimientos efectuados por la medicina legal y por los disecadores de cadáveres. El origen anatómico fisiológico del sudor y de la sangre esparcida en el Getsemaní nos resultó sumamente claro; del mismo modo que todo aquello que mecánicamente ha acontecido en la estática y en la dinámica de los órganos internos y en las funciones de los principales órganos corporales durante la crucifixión. Nos enteramos así que Jesús murió muy rápidamente a causa de un notorio estado de insuficiencia cardíaca. El orador luego se detuvo en una brillante exposición respecto de la emisión de sangre y agua del cuerpo del crucificado: no, eso no se debió a… una pleuritis que lo habría afectado a Jesús: se trató en cambio de la penetración de la lanza en la tercera costilla derecha que produjo una tensión torácica por la dilatación del mismo espacio bajo el estado de una respiración forzada: en el espesor de la pared la lanza tropezó con la cavidad pléurica dando lugar al ‘hidrotórax: continuo exivit sanguis et acqua’. Como corolario de tales soberanas estupideces el auditorio estalló en un vibrante aplauso.
Este muy sagrado modo de tratar temas de tal tipo no nos parece que obligue a un comentario ulterior. Sirve solamente como barómetro de los tiempos y de la ‘evolución’. Podría ser que en un mañana, remitiendo el ‘mecanismo’ de la pasión y de la muerte de Jesús no meramente al del primer cuerpo humano que nos caiga entre manos, sino incluso  al de una bestia, se pueda llegar a saber algo aun más ‘positivo’ y ‘edificante’.
Un comentario tan sólo. Il Messagiero (8 de abril 1930) refiere un amplio resumen elogioso de la conferencia del ‘ilustre profesor’. Nos consta por lo demás que este diario, apenas escucha el nombre de nuestro director se hace la señal de la cruz y evita de cualquier manera citarlo aun críticamente. Ahora bien, esto nos parece un ejemplo adecuado para resaltar cómo Evola, por más pagano que sea, podría enseñar de manera abundante a tales fervientes católicos, la actitud diferente que debería imponerse ante tales profanaciones de la propia religión.

Julius Evola, La Torre Nº 6, Abril de 1930.

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