viernes, 27 de mayo de 2016

DEMOCRACIA Y RELIGIÓN

DEMOCRACIA Y RELIGIÓN


¿Quién ha dicho que la democracia liberal, la que se impuso tras el triunfo de los jacobinos en la revolución francesa, es agnóstica, irreverente e irreligiosa? De ninguna manera es así. Ella cree en la existencia de un dios sumamente bueno que, a la manera de un coctelero o de un alquimista, mezcla y reconvierte las acciones de los hombres de malas y destructivas en buenas y saludables. Primer ejemplo: sufragio universal. Bien sabemos que entre los millones de votantes, entre quienes se encuentran analfabetos crónicos, borrachos, drogados, adolescentes, o simplemente indiferentes ante el hecho político, la mayoría es cuanto menos ignorante o impreparada ante la circunstancia de la alta política nacional e internacional de un Estado, sin embargo el demócrata cree que por una milagrosa armonía preestablecida por un dios coctelero, la suma y mezcla de todas estas voluntades dispares y desinformadas, dará como resultado el bien de la nación. Segundo ejemplo: desarrollo de la economía. Sin la intervención del Estado en tal esfera, el ser humano a través del ejercicio de la actividad económica, lo que se conoce como la libertad del mercado, solamente buscará satisfacer sus propios egoísmos, importándole un bledo el bienestar de los demás o de las generaciones futuras, sin embargo el dios milagroso, haciendo un cóctel entre todos los egoísmos de las partes nos entrega bien hecha y formada la prosperidad de las naciones. Tercer ejemplo: Preservación del medio ambiente: Bien sabemos que si la producción económica sigue creciendo a niveles abismales, tal como sucede en nuestros días, no solamente se terminará con todos los recursos que hoy tiene la Tierra sino que también y ya lo estamos viendo, se contaminará el medio ambiente convirtiéndolo con el tiempo en inhabitable. Pero nos preocupemos demasiado por ello. el coctelero vela por todos nosotros. La mano invisible labora en secreto y reconvierte todo lo que a primera vista es mal en bien, salud y abundancia. Un escritor liberal como Guy Sorman solía decirnos que no solamente la tecnología moderna no contamina ni destruye el medio ambiente, sino al contrario ayuda a que la Tierra no se nos termine antes de tiempo. Tal como vemos, de acuerdo a nuestros filósofos liberales, estamos en buenas manos. Hay un dios bueno que vela por todos nosotros y no deberíamos preocuparnos demasiado por como van las cosas.

viernes, 20 de mayo de 2016

FRANCISCO NÚÑEZ PROAÑO: QUITO FUE ESPAÑA

QUITO FUE ESPAÑA

por Francisco Núñez Proaño

Reproducimos a continuación el importante texto de presentación del evento cultural previo a la presentación de su importante obra sobre el tema a cargo de nuestro amigo y colaborador.

«La liberación de las espaldas de indígenas por la introducción de bestias, bien merecen, como el asno, más estatuas que tantos de nuestros libertadores.»
—José Vasconcelos

¿La Independencia liberó a los pueblos de sus opresores? ¿Cómo explicarse que la llamada Guerra de Independencia haya durado más de 15 años en la América del Sur? ¿Cómo explicarse que nuestra región, la llamada en nuestros días América Latina, sea la más involucionada del mundo tan sólo después de África? ¿Cuáles son las causas de todo esto?

Es en el período que ha sido denominado como de «Independencia», cuando se conforman ex-novo los actuales estados-nación de la América Hispana o, mejor dicho, de la España americana, por la sola acción de un puñado de oligarcas, sedientos de mayores esferas de poder y de riqueza de las que ya gozaban, orquestados bajo la dirección del conocido principio divide et impera de la política colonial británica, es decir, bajo los intereses de división y dominación inglesa de nuestro continente, donde podemos encontrar las respuestas para las dolencias que nos aquejan hasta el día de hoy. La acumulación agropecuaria en el sector primario, el estancamiento en una fase agraria de nuestros países y sociedades, de nuestras economías, impidiendo la normal evolución hacia los sectores secundario y terciario de la cadena productiva, o sea, la nunca realizada revolución industrial, y la ausencia de significativos desarrollos político-culturales y, por extensión científico-técnicos, se explican con facilidad tomando como punto de referencia el período de la «independencia» y lo que ocurrió en las inmediatas décadas posteriores, producto exclusivo de esta etapa.

Que la Independencia o las independencias hayan liberado a los pueblos de sus opresores es una falacia absoluta que no sostiene el rigor histórico más elemental. Dicha falacia oficialista se sustenta a través del elenco de mentiras impuestas verticalmente por una mitología artificial cocinada ad hoc que sirvió entonces y sirve aún hoy para legitimar la existencia de las bananeras repúblicas americanas, instrumento político cuya razón de ser consiste única y exclusivamente en facilitar inmunidad plena a la explotación del colonialismo financiero internacional.

¿Quiénes eran y son los opresores y cuáles los oprimidos?
Una evidencia fácilmente constatable de lo sucedido es que la Guerra de la Independencia en América del Sur se extendió por más de 15 años, casi el triple del tiempo que duró la Segunda Guerra Mundial, y eso tomando en consideración la tenacidad del soldado alemán y la incomparable capacidad industrial del continente europeo. ¿Cómo y por qué se extendió entonces tanto un conflicto donde supuestamente la inmensa mayoría de la población nativa: criollos, mestizos, indios, negros, mulatos... se posicionaron ab initio y sin fricciones a favor de la independencia? ¿Cómo se entiende que cerca de 20.000.000 de abnegados patriotas americanos necesitaran tantos años para doblegar a menos de 50.000 peninsulares de toda condición -hombres, mujeres y niños- residentes en la América? En el censo mexicano de 1827 aparecen catalogados 7.148 españoles peninsulares dentro de una población de más de 6.000.000 de habitantes nativos. ¿Alguien en su sano juicio puede creer que seis millones de personas precisarán más de 15 años de luchas fratricidas para reducir a un núcleo de 7.000, del que siendo generosos quizás sólo una cuarta parte son hombres en edad militar?

Analicemos otra evidencia. Las últimas guerrillas realistas en rendirse fueron: 1839, capitulación de las guerrillas realistas indias del Perú; 1845, rendición y exterminio de las guerrillas negras, pardas y mulatas dirigidas por un indio en Venezuela; 1861, derrota de los últimos reductos realistas de Sudamérica en la región india de Araucanía al sur de Chile -nunca incorporada a la Monarquía Hispánica, curiosamente-. Es más que notable que los últimos reductos realistas hayan sido sostenidos precisamente por integrantes de los grupos étnicos que, supuestamente, más quisieron liberarse del «saqueo» sufrido durante trescientos años.

No podemos dejar de entender, haciendo aquí nuestras las palabras del embajador nicaragüense, Augusto Zamora Rodríguez: «Para las poblaciones indígenas la independencia fue una auténtica tragedia, porque guste o no, las Leyes de Indias desarrollaron un primer sistema de derechos humanos en que a estos pueblos se le reconocieron territorios, idiomas, derechos a vivir bajo sus culturas y hasta los evangelizadores tenían que aprender las lenguas de estos pueblos. Todo eso fue desbaratado por las oligarquías que tomaron el poder. Al destruirse esas leyes, los indígenas quedaron desamparados y los terratenientes se lanzaron sobre sus tierras, antes protegidas por la corona. Ahora, en América latina, encontramos una gran paradoja: los pueblos indígenas andan buscando las cédulas reales que les reconocían sus territorios. Esta es la demostración más palpable de que las Leyes de Indias fueron un sistema mejor para los indígenas que lo que vino después de la independencia. Por otra parte, las oligarquías, profundamente reaccionarias, establecieron un sistema de estado en el que la riqueza era todo para ellos y nada para los pobres. Ese es el origen de la desigualdad que hoy tenemos en Latinoamérica.»

No hace falta ser demasiado perspicaz para arribar al origen del argumento expuesto ut supra por Augusto Zamora Rodriguez, a saber: auto-odio. Auto-odio cual herramienta de dominio psicológico, sentimiento de inutilidad y ruina que lleva al inmovilismo cuando no al suicidio de nuestros pueblos. En la moderna guerra psicológica el campo de batalla es la mente del enemigo. Leyendo el tratado de Freud la estrategia de dominación parece ser de una simplicidad pasmosa.

Nacemos y nos enseñan a odiarnos, a odiar lo que somos biológica, psíquica y espiritualmente, a odiar nuestra identidad, a odiar al padre biológico, cultural y arquetípico por «violador» y a odiar a la madre mítica por «ofrecida», por haberse «dejado violar», por no haber sido lo suficientemente orgullosa -egocéntrica- y «heroica» para preferir la muerte al coito -supremo acto de amor- con el conquistador hispano; y así, como no puede ser de otra manera, a odiar al hermano.

El gran trauma de la vida nacional ecuatoriana es el odio, el resentimiento y la fijación con la figura del padre, desde la mitificada y mitificadora independencia que se constituyó en una revuelta en contra de la imagen paterna simbolizada y representada por la Monarquía, dejando vacío después ese espacio en el inconsciente colectivo, dejando un país huérfano; hasta nuestro momento actual donde los destinos del país están en manos de un hombre profundamente marcado por la relación de conflicto con su padre, también huérfano.

Llama poderosamente la atención que si bien la sociedad ecuatoriana es profundamente matriarcal –con las debidas excepciones-, nótese, por ejemplo, las diferencias entre la celebración del Día de la Madre con el Día del Padre; esta sociedad produce hombres dependientes de esa relación con el matriarcado –mamitis aguda, de quienes remplazan a su madre por su esposa- y de profundo rechazo al padre, que termina dando la pauta para su comportamiento social y público. Imponiéndose así, implícitamente, una moral femenina al hombre. Hasta para insultar se lo hace con una de las denominaciones vulgares del aparato reproductor masculino: «¡Esto o aquello vale verga!» Nadie dice: «¡Esto o aquello vale vagina!» Yo por mi parte no insulto al pene, al pene hispánico dador de nuestra propia existencia. Pienso que la mayor responsabilidad de esto es justamente la de los padres que no han hecho valer su presencia como corresponde.

La educación formal nos martillea poco a poco con sus ingeniosas mentiras, nos moldea con relatos de héroes que nunca lo fueron, de abusos que nunca sucedieron, nos conduce de una libertad adulterada, nos habla una igualdad quimérica, y de una hermandad desgajada cual tela podrida.

Nuestra historia oficial, difundida mediante la educación formal actúa a modo de estructura al servicio del poder con objeto de confundir y dividir a propósito a los ecuatorianos, facilitando su control mental y sometimiento psicológico. La futilidad de la historiografía oficial contiene contradicciones insalvables que avergüenzan a quien las conoce; contradicciones de tal calibre que no pueden excusarse por ignorancia, deben ser calificadas directamente o bien de esquizofrénicas o bien de mal intencionadas, cuando no de ambas. ¿Cómo entender que dentro del mismo libro en el capítulo primero los Incas pasan de ser genocidas y brutales invasores que someten al épico y rebelde pueblo caranqui quitu-cara, verdadero núcleo de la nacionalidad moderna ecuatoriana en episodios como Yahuarcocha cerca de 1520 y, que en el capítulo segundo, esos mismos Incas en 1534 sean heroicos resistentes a la invasión colonial española, entregando su vida por el núcleo de la nacionalidad moderna –concepto eurocéntrico inexistente entonces- a la cual anteriormente habían arrasado? ¿O cómo explicar a continuación que los libertadores son en 1822 padres de la patria, colosos y redentores nacionales a los cuales debemos ad infinitum eterna gratitud, sin quienes seguiríamos en el oscurantismo y la explotación colonial... cuando pocos años más tarde (1830) esos mismos libertadores serán militaristas extranjeros, tiránicos usurpadores de la soberanía nacional, causantes de la postración de la república? ¿Cómo asumir que la «abnegada generosidad del apoyo británico a la Independencia» se transforme casi de inmediato en dominación económica a través de la Deuda Externa Inglesa o cómo se puede leer el relato de la «independencia» bajo un prisma puramente local latinoamericano -guerra de liberación- dejando de lado la actuación determinante de las mayores potencias rectoras del orden internacional de la época orbitando siempre sobre nuestro destino continental? No, estas contradicciones no son producto del azar o de la casualidad, son el resultado del interesado criterio de quienes escribieron la historia en beneficio propio y perjuicio de todos los demás.

Ya sueltos en el mundo, surgen las corazas para defenderse de los dos primeros rasguños, y así lo bio-político-socio-histórico se extrapola a lo personal-familiar primero, y a lo común (social) después. Desde los complejos, se produce la admiración y la fascinación por el otro, sea en lo individual como en lo colectivo (el vecino tiene más y mejores cosas/el primer mundo anglosajón es mejor). La más fuerte y engañosa de esas corazas es el ego, el ego del mí –esto es mío- que suprime al Yo -Yo soy-; el ego del que merezco que los demás odien, mientan (la mentira como modus vivendi) y sufran como yo; sufran como yo al no aceptarme como lo que soy. Entonces, los vicios ajenos se adoptan como virtudes propias: orgullo (ego), vanidad, envidia (lujuria por entretenimiento), superficialidad, pasión (deseo), pasión por la ganancia y por el poder (deseo de poseer personas y cosas), estupidez (prejuicio), agresión (odio), la circunspección calculadora, el fanatismo por el trabajo, el respeto a las convenciones y a las imposiciones sociales. En resumen, máscaras que no permiten avanzar ni a la personalidad ni al conjunto.

Se enfrentan el ser contra el tener. No se escucha: «YO SOY», se adolece del «YO TENGO». El desarrollo de la personalidad se produce tomando en consideración aquello que se posee y no aquello que se es. Ergo se evita el desarrollo de la personalidad buscando la estabilidad material. Ya que se busca desarrollar la personalidad a través de lo que se posee materialmente, a través de una estrategia de proyección mediante el objeto. Objeto que realiza la función de tótem, icono simbólico al que la colectividad atribuye ciertos poderes mágicos. El equilibrio psicológico se ha alcanzado entonces al vestir unos pantalones, al calzar unos zapatos o conducir un auto de una marca determinada... todos ellos íconos mediáticos identificados con la idea de éxito social. Es así como se doma al hombre: con baratijas, espejitos y chucherías. El Dr. Pavlov lo describe muy bien en sus estudios sobre la doma de los perros pues a fin de cuentas el hombre que reniega de su libertad deviene en perro de otro y es dominado por la misma estructura de aprendizaje que nos descubrió el médico ruso del siglo pasado.

La psicopatología sería, en lugar de la historia, la disciplina que más propiamente debería investigar lo que acontece con aquellos individuos presos del auto-odio.

El hispanoamericano en sentido amplio, ya sea éste criollo, mestizo o indio reniega sus raíces. Quisiera ser inglés o estadounidense o francés o suizo o lo que sea con tal de no ser él mismo, cualquier cosa le va bien con tal de no ser español o indio.

Sin embargo, cuando le conviene el criollo hispanoamericano trata de hacerse pasar por indio cuando no lo es, como un medio cómodo y fácil de tratar de explicar y cortar la dependencia, tanto en lo que se refiere a Europa como a Estados Unidos. El indigenismo es una forma de facilismo ideológico.

Siempre revestirá mayor comodidad asumir la posición alienante de la víctima, echándoles la culpa a hombres de hace quinientos de años de nuestros males presentes; mejor esconder la cabeza en un mar de fantasías antes que asumir la responsabilidad del momento actual como beneficiarios de la herencia bio-psico-histórica que nos es propia y nos define en tanto que grupo humano diferenciado con respecto de otras culturas. Sin embargo, cada uno es arquitecto de su propio destino. De nosotros depende el seguir viviendo permanentemente engañados y engañándonos, sin querer asumir nuestra realidad. En lo que a mí concierne tengo muy claro que por fin ha llegado la hora de decir: ¡Basta! Ese es y no otro el motivo que impulsa mi voluntad al redactar estas modestas líneas. El despertar la conciencia dormida, aletargada de nuestro pueblo, a través del revisionismo histórico de la guerra de «Independencia». Alcanzar la libertad, una libertad plena de lacras e imperfecciones. Una libertad fundamentada en la verdad, pues no puede haber libertad edificada sobre la mentira al ser necesariamente una libertad falsa, desvirtuada e imperfecta. Con cuánta razón reza la Biblia aquello de: «La verdad os hará libres.»

La Monarquía Universal Hispánica al ser una creación humana distaba mucho de ser un sistema perfecto. Allí donde está el hombre aparece el error, ahora bien, la misma reconoció su falibilidad y se fundó sobre bases de realismo socio-político, aspecto que permitió un nexo común cuya coherencia y estabilidad perduró a través del tiempo. Notable es el contraste con las repúblicas que la continuaron, mantenidas endeblemente en sucesión infinita de ilusorias constituciones escritas en papel higiénico, guerras civiles, revoluciones de cuarto de hora, golpes de Estado y fraudes electorales.

Canonizados cuando no directamente sacralizados, los llamados «libertadores» constituyen a todas luces una nueva religión. Autores de la ignominia desastrosa denominada «independencia», no se contempla su crítica o estudio, la más mínima disidencia intelectual o falta de afección al régimen republicano está penada con el peor de los castigos. Sólo es permisible tolerar la idolatría y el culto por parte de la oligarquía académica establecida, sustentadora cual correa de transmisión de la oligarquía socio-política-económica verdadera beneficiaria de los réditos del discurso políticamente correcto. Es entonces, la antes citada oligarquía académica, dueña o usufructuaria de escuelas, colegios, universidades e instituciones educativas y culturales, públicas y privadas, quien impone su visión unilateral, totalitaria y dogmática de los hechos históricos a diestra y siniestra. La misma oligarquía que borró a la Monarquía Universal Hispánica de sus registros después de la Independencia, que sólo enseña de la Conquista y la Independencia, ad usum Delphini; pero se engulle de tres siglos de historia conjunta entre América y Europa. Construye cárceles mentales donde se obliga a reverenciar a ídolos con pies de barro en beneficio propio, pretendiendo ejercer una moderna inquisición a modo de policía orwelliana del pensamiento para vigilar y aún castigar las «herejías» y «traiciones» de quienes se atreven a pensar, a investigar y a buscar la verdad por sí mismos,debido a que afectan a su andamiaje engañoso y a la estructura de expoliación, fraude y estafa ideológica, establecida y mantenida sin pausa desde hace dos siglos en nuestro país y, por extensión, en todo el continente.

¿Cómo, entonces, se ha escrito hasta ahora sobre la independencia de Quito? Pues, a base de corrección política, liberalismo político, marxismo clásico y cultural, fetichismo constitucional kelseniano, relativismo conceptual y semántico, anacronismos ideológicos y chauvinistas típicos -ni hablar de los jurídico-políticos, V.g. la visión lineal de su interpretación-, como llamar colonias a los territorios de las Indias, o llamar ecuatorianos a personas que nacieron y murieron antes de que el Ecuador siquiera existiera. Repitiendo las fórmulas clásicas de los historiadores patrioteros, citando refritos como de costumbre (casi queriendo citar al Terruño). Publicando los mismos documentos de siempre. Desconociendo de historia social, de relaciones internacionales, de geopolítica, de historias de las ideas, de historia social, así como de genealogía y nobiliaria. Y, por supuesto, repitiendo con el lirismo acostumbrado hasta el cansancio que Quito era más independentista que la independencia y más libertario que la libertad… Queriendo incinerar en la neo-inquisición democrática lo que no comulga con la pretendida lógica retorcida de las ideas bolivarianas-alfaristas-liberales-neoizquierdistas (así de largo, contradictorio y absurdo es este pensamiento, consecuente nada más con el proceso de decadencia moderno). En una frase: los mismos perros con distintos collares. Lo ha dicho Pablo Andrés Brborich refiriéndose a la severidad de la verdad: «Qué mayor seriedad que la verdad.»

Latinoamérica, que no la América Hispánica, es invulnerable al desaliento. No importa cuántas veces fracase nuestro sistema político republicano basado en irrealidades desde hace dos siglos, lo seguimos intentando. Aunque no se concrete y no se vea posibilidades de concretarse ineludiblemente, siempre deberá realizarse a futuro, aun cuando nos hayamos dado con la misma piedra en los dientes diez mil veces. Una bella ucronía, casi tan bella como la del socialismo soviético que nunca llega a concretarse, pero que como género literario es envidiable. Nosotros los latinoamericanos –que no los hispanoamericanos- conocemos el mejor sistema de gobierno que jamás se haya querido experimentar, aunque siempre quede en experimento. El hecho de que hasta ahora no se haya llevado a cabo, es la más patente prueba de que se lo llevará más adelante y así hasta la eternidad. Hoy no hay república, mañana sí. ¡Volvamos mañana, pues!

La epopeya realista criolla americana con sus tintes terribles, con sus ribetes desoladores, con sus luces enceguecedoras y sus sombras pasmosas; con los cientos de miles de muertos, de masacrados, de fusilados, de azotados y humillados públicamente, de condenados al ostracismo sin regreso, muriendo lejos de sus lares, separados para siempre de sus familias y los suyos, despojados de sus bienes, perseguidos hasta la infamia; muestran que esta tierra, que esta América, parió hombres y mujeres bien paridos a la altura de los principios universales imperecederos por los que dieron y antepusieron todo, hasta su último aliento, hasta su propia vida.

Ahora que sentimos que no podemos seguir más debido a que toda nuestra esperanza se ha ido. Ahora que nuestras vidas se han llenado de confusión, cuando la felicidad es sólo una ilusión, mientras el mundo a nuestro alrededor está desmoronado; ahora que todo está patas arriba; ahora cuando los doctores destruyen la salud, los abogados destruyen la justicia, las universidades destruyen el conocimiento, los gobiernos destruyen la libertad, los medios destruye la información y las religiones destruyen la espiritualidad; ahora cuando ya no tenemos en qué asirnos, cuando todavía nos encontramos en pie en medio de las ruinas, esos muertos, nuestros muertos, esos coterráneos nuestros, nos extienden la mano desde la eternidad para reconfortarnos, para mandarnos, para decirnos que su hermosa tragedia nos brinda la esperanza de volver a encontrarnos, de volver a ser nosotros mismos.

Para como dijera ese gigante mexicano, Octavio Paz, ante otra España desangrada más de un siglo después:

«Su recuerdo no me abandona. Quien ha visto la Esperanza, no la olvida. La busca bajo todos los cielos y entre todos los hombres. Y sueña que un día va a encontrarla de nuevo, no sabe dónde, acaso entre los suyos. En cada hombre late la posibilidad de ser o más exactamente, de volver a ser otro hombre.»

martes, 17 de mayo de 2016

GHIO: EL PERONISMO ES MARXISMO

EL PERONISMO ES MARXISMO
                                                 Padre Julio Meinvielle

El padre Julio Meinvielle, sin lugar a dudas el teórico más destacado del nacionalismo católico de todos los tiempos, tiene un texto muy interesante titulado El poder destructivo de la dialéctica comunista. Su tesis principal, concordante con lo afirmado por Julius Evola en otra latitud, es que la famosa lucha de clases, es decir el principal caballito de batalla de la ideología marxista, es un fenómeno que no existe como tal, sino que es algo producido a propósito por los integrantes de tal ideología con la finalidad de hacerse del poder. Es decir que el marxismo, más que ser una ciencia o un procedimiento para conocer la realidad social e histórica, no es otra cosa que una técnica para la conquista del Estado, esto es, una forma de maquiavelismo extremo y peligroso que utiliza a la cuestión obrera para sus fines propios convirtiéndola en problema a fin de sembrar el caos y la discordia siempre con la finalidad de hacerse del poder. Y al respecto hacía notar que lo que caracteriza a aquellas personas que practican tal ideología es de parecerse a aquellos que, tras hallar una pequeña brasa encendida en un bosque, en vez de apagarla, se encargasen en cambio de atizar el fuego hasta hacer de éste un verdadero incendio incontenible para luego poder aparecerse como los encargados de apagarlo. Fue desde tal óptica que, con suma razón y en concordancia con tales principios, Meinvielle en sus escritos políticos de la época calificó al primer peronismo como una forma de marxismo. En efecto Perón fue un político que durante toda su historia utilizó a la cuestión obrera para sus fines propios, ayudando así a crear una clase parasitaria de sindicalistas inescrupulosos para los cuales el apriete y la lucha de clases fue el instrumento adecuado para incrementar su poderío. Esto fue practicado sea durante su gobierno, en el cual generó en la sociedad argentina un antagonismo irreversible entre su clase obrera y la burguesía media y alta, lo que se conociera durante mucho tiempo como peronismo y antiperonismo, como luego desde la oposición cuando el sindicalismo peronista no ahorró medios de apriete y protesta en modo tal de convertir al país en ingobernable y de esta manera ponerlo contra la pared respecto de dos posibilidades: o que viniese un gobierno militar que impusiese un permanente estado de sitio o que volviese el peronismo concebido como la única forma ‘democrática’ de resolver el problema obrero, es decir como el bombero que apagase el incendio que él mismo había generado. Recordemos al respecto los procedimientos utilizados con los distintos gobiernos radicales, como los de Frondizi, Illia o Alfonsín que llegaron incluso a extremos tales como la toma de fábricas con rehenes o paros generales continuos y hasta por tiempo indeterminado, etc., que convirtieran en imposible poder gobernar normalmente un país. Sin embargo es de destacar que no siempre a Perón las cosas le salieron del todo bien. Hubo un tiempo en que el sindicalismo que él mismo creó se le rebeló y supuso que no tenía más necesidad de un líder que se encontraba en el exilio para convertirse en protagonista esencial de la sociedad argentina. Fue el famoso fenómeno conocido como el peronismo sin Perón acicateado por distintos caudillos sindicales que, utilizando los mismos procedimientos marxistas de lucha de clases antes usados, quisieran prescindir del que los procreó. Fue en ese entonces que el aludido, siempre acudiendo a su maquiavelismo habitual, utilizó esta vez en su auxilio a la guerrilla marxista, la cual entre otras cosas se encargó de eliminar hasta físicamente a los aludidos sindicalistas rebeldes y al mismo tiempo presionar por la violencia y el caos social al mismo gobierno militar que en su momento había apoyado con la esperanza de poder volver al poder. Para aquellos que se esmeran en negar tal vínculo estrecho establecido con tal ideología deletérea, recordemos su famosa frase emitida en el exilio de que, si hubiese tenido 50 años menos, él también habría sido guerrillero. Así pues luego de sumir al país en la guerrilla más virulenta de inspiración comunista, gracias a que le permitió ingresar y con privilegios especiales a su movimiento político, en el momento en que parecía que la Argentina se iba a convertir en una nueva Cuba, es decir como en el incendio del bosque antes aludido, Perón quiso aparecerse entonces como el gran bombero desatando como reacción una sangrienta guerra civil, conocida como guerra sucia, por la cual se llegara a asesinar durante los años en que durara su segundo gobierno un promedio de 15 personas diarias. Esta etapa se continuó luego de su muerte sea durante el efímero período dirigido por su mujer y secretario privado, como luego por el mismo régimen militar que le sucediera generando así en la sociedad argentina una huella indeleble de resentimiento y de conflicto irresoluble, lo que sería largo reseñar aquí. Lamentablemente este segundo peronismo, mucho más dramático y siniestro que el anterior, no contó con una postura tan clara y definida como la que tuviera en cambio Meinvielle con el primero. Posiblemente, por la convicción de que entre los mismos guerrilleros había antiguos discípulos suyos, supuso el ilustre sacerdote que el nuevo peronismo se había reconvertido en un fascismo, no siendo pues tan peligroso como el primero, cuando en realidad de lo que se trataba era de un mismo mal que venía esta vez multiplicado y con secuelas interminables aun hoy vigentes. Y esto es lo que hizo que varios discípulos y seguidores del mismo se hicieran abiertamente peronistas asumiendo así los mismos males que antes se habían denunciado.
Si hoy en día la dialéctica marxista no es utilizada como en la segunda vez acudiendo a los auxilios de la guerrilla, sí en cambio se continúa impertérrito con el viejo método de la agudización del incendio generado por la lucha de clases. Esto se lo ve con el procedimiento utilizado por el peronismo instalado en el parlamento tratando de imponer una insólita ley de estabilidad laboral. De acuerdo a la misma un empresario o simple empleador no podría nunca despedir a un empleado ineficiente puesto que utilizándose el remanido verso del problema social y la desocupación hay que ‘asegurar el empleo’, aunque ello pueda significar sacrificar la eficiencia en la producción, impedir la creación de nuevas empresas, etc. Esto por supuesto no significa defender al actual gobierno sino solamente indicar un procedimiento abusivo de lucha de clases empleado con la finalidad de subvertir el orden social con la única finalidad de hacerse con el poder. Acabar con este verdadero cáncer argentino instituido por el peronismo es la tarea previa y esencial para constituir un verdadero movimiento alternativo al capitalismo liberal.

Marcos Ghio
17/05/16


martes, 10 de mayo de 2016

UN EXCELENTE REPORTAJE TELEVISIVO

UN EXCELENTE REPORTAJE TELEVISIVO




Dentro de la mediocridad y rutina en que se han convertido nuestros programas periodísticos televisivos no podemos menos que resaltar la digna excepción representada por el reportaje brindado por nuestro coforista Lons Patricio quien el pasado domingo y por el canal de cable Cónica TV expusiera de forma magistral, amena y sintética los hechos acontecidos en nuestra mal llamada Revolución de Mayo. Lons hizo notar el carácter abiertamente subversivo de tal hecho y de cómo los principales protagonistas eran en su gran mayoría simples bandoleros y contrabandistas, a punto de ser encarcelados por sus delitos y que la mal llamada revolución representó una verdadera coartada para que los mismos permaneciesen impunes. También hizo notar y hasta diría que por primera vez en un medio masivo como la televisión, que tal mal llamada Revolución no fue otra cosa que una revancha efectuada por Inglaterra en nuestro suelo con la finalidad de vengar los dos grandes baldones representados por sus derrotas sucesivas en 1806 y 1807 con nuestras invasiones inglesas del Río de la Plata. Recordó cómo casualmente una de las primeras medidas de nuestros 'patriotas' fue el fusilamiento de Liniers quien fuera el gran líder y conductor de la resistencia argentina en esa epopeya. También trajo nuevametne a la memoria que los ingleses, si bien fueron derrotados en forma apabullante, en esa circunstancia alcanzaron a llevarse el tesoro de Buenos Aires, nunca devuelto luego, y cuyo valor actualizado abarcaría la totalidad y más de las sucesivas deudas externas saldadas por la Argentina. Han sido innumerables las cosas que Lons alcanzó a espetar ante la mirada atónita del periodista que lo entrevistaba. En una charla personal me hizo notar luego que el programa fue emitido ese día nada menos que seis veces y esto nos merece una serie de reflexiones. La primera de ellas es que hoy en día estamos presenciando una nueva forma de revisionismo histórico mucho más radical y extremo del que originariamente impulsara el nacionalismo güelfo, el cual recordemos que reivindicaba la Revolución de Mayo disociándola tan sólo de algunas figuras jacobinas como Moreno y concibiendo nuestra sublevación en contra de la corona como la secuela de un simple conflicto histórico entre jesuítas y borbones y no en cambio como lo que verdaderamente fue, un hecho subversivo encargado de disolver esa gran unidad imperial que fuera esa institución gloriosa creada por Carlos V y Felipe II. La otra reflexión no es menos significativa. El hecho de que tales cosas hoy puedan emitirse libremente y sin recibir agravios o indignaciones en su contra está mostrando una circunstancia que puede ser explotada positivamente y con inteligencia por un grupo que posea las ideas claras. La historia bien sabemos que no es un museo de datos, sino un conjunto de recuerdos que nos sirven para comprender nuestro presente y enmendar nuestros errores. Quizás se esté percibiendo por primera vez que el mal argentino representado por su clase política corrupta y depredadora tiene orígenes remotos en el mismo momento en que un grupo de bandoleros y facinerosos resolviera disolver un imperio sacro para satisfacer sus intereses materiales y mezquinos.

martes, 3 de mayo de 2016

LA ARGENTINA Y LA CARRERA DE LAS SOMBRAS

LA ARGENTINA Y LA CARRERA DE LAS SOMBRAS


En su obra La República, Platón, para referirse a la situación de la sociedad griega de su tiempo, nos decía que sus conciudadanos eran como esclavos encadenados y encerrados en una oscura caverna en la cual detrás de ellos un grupo de personas les hacían circular sucesivamente objetos que, iluminados por una débil vela, proyectaban sobre la pared que tenían enfrente sombras sucesivas. Ante este espectáculo los prisioneros se dividían en dos grupos: el minoritario compuesto por aquellos que se planteaban sacarse las cadenas, irse de la caverna oscura para poder ver la luz y la inmensa mayoría que se conformaba con contemplar las sombras y entre éstos se destacaban aquellos que con suma pericia sabían calcular los tiempos y frecuencias de sus recorridos.
Han pasado más de 2.500 años desde este esclarecedor relato y como nunca tenemos entre nosotros a expertos destacados en relatar la carrera de las sombras. Días pasados un conjunto de economistas, esa nueva especie de prisioneros encadenados de nuestros tiempos, nos explicaba que era indispensable salir del default, pagarles a los usureros a pesar de saberse hasta por sentencia judicial que la deuda externa es una estafa, porque era la única forma de superar nuestra crisis y ganarnos la confianza del mundo. Y ante las dudas suscitadas por algunos, uno de estos expertos en carreras nos espetaba: "Se puede llegar a vivir sin préstamos externos o 'inversiones'? Alguno de Uds podría vivir sin tarjeta de crédito?".
El hombre libre que sin duda alguna estaba ausente en tal debate le habría contestado. "No solamente se puede, sino que se debe vivir sin crédito externo, del mismo modo que hay que hacer hasta lo imposible por no endeudarse y no tener tarjeta de crédito, ese instrumento inventado especialmente para convertirnos en consumidores compulsivos". Y recordé lo que solía decirnos don Walter Beveraggi Allende, quien por 30 años fuera profesor titular de Economía Política en la UBA: "Imaginen Uds la construcción de la represa del Chocón que cuesta 3.000 millones de dólares. De éstos sólo 500 son las turbinas que no construimos acá, lo demás es el sueldo de los obreros, los profesionales y el cemento a utilizar. Todo ello lo tenemos sin necesidad de importarlo. Bien, el régimen pide un crédito por 3.000 millones para financiar la obra. Es decir nos mandan los dólares que reconvertimos luego en pesos con los que se les pagan los salarios a nuestros trabajadores. ¿Por qué no producir libremente nosotros el dinero, lo menos indispensable de todo convertido en cambio en lo fundamental, en vez de encargarlo afuera y endeudarnos?". Pero los especialistas en carreras de sombras siguen impertérritos con sus discursos introduciéndonos los mil y un galimatías para que no nos animemos nunca a gritar en voz alta la gran evidencia de que el rey está desnudo y que por lo tanto lo que se nos exhibe son solamente sombras falaces e importadas.

lunes, 2 de mayo de 2016

EVOLA: EL VERDADERO CORPORATIVISMO

EL VERDADERO CORPORATIVISMO


Texto sumamente vigente para los tiempos actuales de lucha de clases. El sindicalismo se ha convertido en una potencia económica de primer nivel que de la misma manera que el empresario sediento de riquezas pretende a través de la lucha y el conflicto ocupar cada vez más espacios de poder dentro de un contexto puramente economicista en el cual el Estado es un convidado de piedra. Aberraciones tales como el derecho de huelga, es decir el derecho a apretar y presionar y no a ganar el salario justo, son hoy en día instituciones generalizadas y aceptadas sin chistar por nuestros contemporáneos. Un corporativismo que conciba a la empresa como una unidad orgánica subordinada por principios éticos y viriles y en donde el Estado actúe como árbitro incuestionable en caso de conflicto entre trabajadores y empresarios. Éste es el modelo aportado por Evola en esta nota. 

De acuerdo a ciertos ambientes hoy en boga el corporativismo es una de las principales ideas a ser revalorizadas en una obra de reconstrucción nacional. No podemos menos que adherir a este punto de vista, en tanto que la idea de corporación ha tenido, en el ventenio fascista, el valor de una de aquellas reivindicaciones de los principios de un ordenamiento sano y normal que, si hubiesen sido adecuadamente desarrolladas, habrían podido hacer frente a procesos económico-sociales deletéreos.
Sin embargo debe destacarse que un tal desarrollo no ha tenido siempre el curso deseado, y hoy en día si se tuviese que volver asumir como consigna verdaderamente antidemocrática y antimarxista, sería necesario proceder sin más a una revisión y a una adecuada interpretación.
En primer lugar debe ponerse bien en luz que el concepto de corporación tiene un valor efectivo en cuanto posee un carácter tradicional. Por lo tanto deben ser rechazadas sin más ciertas valorizaciones historicistas respecto del corporativismo, como aquellas que querrían hacer del mismo un quid medium o, de acuerdo a una conocida jerga, una ‘síntesis dialéctica’, una ‘tercera posición’ entre una ‘izquierda’ y una pretendida ‘derecha’ en materia económica, entre liberalismo y marxismo, o análogas oposiciones. Tales juegos conceptuales no pueden hacer nacer sino confusiones peligrosas, descuidando situaciones de hecho que ni siquiera dejaron escapar los teóricos del ‘materialismo histórico’; puesto que, junto a éstos, se debe reconocer irrebatiblemente que el liberalismo –sea a nivel económico como en otros ámbitos- no ha sido sino una fase preliminar de disgregación del orden tradicional, la cual tenía que paulatinamente dar lugar a resoluciones clasistas, socialistas y proletarias. Con el corporativismo no se trata pues de combinar en forma conjunta aquello que no son dos instancias direrentes –liberalismo y colectivismo- sino en cambio dos fases de un único proceso descendente; se trata en cambio de despejar el terreno y de volver a los orígenes: de retomar a nivel de idea formativa y dadora de sentido, un principio que fue viviente y eficiente antes de que interviniesen los procesos disolutorios de la era ‘moderna’.
En el corporativismo fascista ha actuado en su momento una exigencia de tal tipo: sin embargo diremos que lo hizo en una forma semiconciente y por lo tanto con insuficiente radicalidad. En efecto, en el corporativismo fascista subsistió, a pesar de todo, un residuo marxista, puesto que la concepción clasista fue parcialmente reconocida. Es decir, permaneció la idea-base de dos encuadramientos que fueron reconocidos como tales y que se trató tan sólo de armonizar en las estructuras, lamentablemente muchas veces tan sólo burocráticas, del Estado corporativo. De acuerdo a nosotros, con esto no se atacó en forma cabal el mal en sus raíces. No resulta privado de interés en cuanto a la dirección a tomar tener presente la forma con la cual la idea corporativa trató de realizarse en Alemania.
Aquí la tendencia fundamental fue justamente la de partir el encuadramiento clasista a través de un sistema en el cual la superación de la antítesis marxista tenía que realizarse en lo interior de la empresa. En la empresa misma en donde el marxismo la había derogado, la unidad debía ser reconstituida. Y la idea tradicional de la corporación se volvió a presentar en la forma moderna de la hacienda comprendida como unidad orgánica, en la cual capital y trabajo, poseedores de los instrumentos productivos y maestranzas, resultan íntimamente vinculados en una comunidad de voluntad y de finalidad que tiene un carácter menos económico que ético y –en el más vasto marco de la nación- político. Ni capitalistas, ni obreros proletarios, sino ‘jefes’ y ‘secuaces’ (tal era justamente la terminología) en la empresa, en una solidaridad variadamente garantizada y tutelada que no excluye la jerarquía y que desde la una y la otra parte presupone la facultad de elevarse más allá del interés puramente individual como una formación militar y guerrera.
Ahora bien, no diferente era el espíritu de las antiguas corporaciones, incluso a partir de las romanas: puesto que éstas, de acuerdo a una expresión característica, estaban constituidas ad exemplus reipublicae, es decir a imagen del Estado, y en las mismas designaciones (por ejemplo en las de milites o milites caligati para los simples adscriptos a la corporación) y reparticiones (decurias, centurias) reflejaban en su plano el ordenamiento militar. Y este espíritu se conservó en el Medioevo germano romano, en donde, mientras se ponía de relieve la dignidad de un ser libre entre quienes pertenecían a una corporación, se reafirmaba el orgullo de cada uno por pertenecer a la misma y por el amor hacia el trabajo concebido como un arte y una expresión de la propia personalidad y a la entrega del inferior le correspondía el cuidado y el saber de los ‘maestros’ y el compromiso de los superiores para el acrecentamiento y la elevación de la unidad colectiva. El problema de la ‘propiedad’ no aparecía aquí para nada, tan natural era el concurso de los diferentes elementos del proceso productivo en el fin común.
Todo esto puede ser liberado de las formas ligadas a la economía del pasado y vuelto a traducir en adecuadas formulaciones modernas, tal como en Alemania se había tratado de hacer. Pero en cuanto al espíritu – lo que equivale a decir: en cuanto a la idea formativa superior y anterior a cualquier problema técnico- el mismo no sería diferente de una verdadera reconstrucción. El punto fundamental está constituido por el momento ético. La íntima finalidad de la idea corporativa tradicional es la de elevar el plano de aquellas actividades inferiores que se vinculan al dominio productivo y al interés material, al plano más alto que en el mundo antiguo correspondía a la casta de los ‘guerreros’ que se encontraba puesta por encima de la de los ‘siervos’ (proletariado) y de los ‘mercaderes’ (capitalistas).
Porque cuando la empresa-corporación, una vez superada la idea clasista, se organiza, tomando como ‘ejemplo un Estado’, y a la responsabilidad del compromiso y al sentido del honor de los jefes –los cuales deben encontrarse en el centro de su unidad y no ser los consumidores parasitarios de provechos y dividendos, en detrimento del complejo productivo- se corresponde el compromiso y la fidelidad de los subordinados, entonces se refleja también en el dominio de la economía algo de la ética clara, viril y personalizada, propia de un mundo guerrero.
Y entonces, en el mismo ambiente desfavorable propio de la civilización moderna de la máquina, el hombre, sea en lo alto como en lo bajo, podrá readquirir su rostro y su acción recabará un sentido: en especial luego si una acción política se conjunto se abocará a truncar las excrecencias teratológicas del capitalismo y de la finanza sin patria, y a propiciar una adecuada articulación de los grandes complejos de la producción. Aquí el proceso negativo de proletarización, sobre el cual el marxismo se asienta, podría ser sensiblemente reducido mediante la aplicación del principio corporativo en espacios más restringidos, en modo tal que la unidad de conjunto de la empresa-corporación resulte de una coordinación y jerarquización de varias unidades menores de análoga estructura: en síntesis, el punto fundamental es introducir en el seno de la empresa y convertir en orgánicas a aquellas instituciones unificadoras que en el corporativismo fascista se encontraban afuera de la empresa misma, tenían un carácter burocrático estatal y mantenían una dualidad de encuadramientos generales.
Éstos naturalmente no son sino esbozos, comprendidos para indicar una dirección, sobre todo en orden a un principio sobre el cual nunca se insistirá lo suficiente, es decir, la mutación de mentalidad, la reintegración del hombre en formas de sensibilidad normales y, en donde sea ello posible, superiores, es la base de todo. La desproletarización, más que tratarse de un fin social, es una tarea interna. Implica la capacidad de aquella ética viril de la corporación tradicional, de la cual se ha hablado, y que es el único verdadero cimiento para las unidades de una economía orgánica. En cuanto a los diferentes problemas, técnicos y estructurales, que hoy en día se ponen en un primer plano, tales como la coparticipación en las ganancias, comisiones internas, consejos de gestión, y otros similares, éstos son problemas a los cuales debe arribarse, y no problemas de los cuales tengamos que partir. Deben resolverse en un clima diferente, antimarxista, justamente ‘corporativo’ de acuerdo a un desarrollo interno natural, en un espíritu que los libere de cualquier tendenciosidad de ‘clase’.
Hoy no deberíamos detenernos en la simple palabra ‘corporativismo’, sino profundizar y reformular todo aquello que, en el sentido aquí mencionado, había ya comenzado a tomar forma en Italia y en Alemania. En los ambientes en los cuales se quiere preparar un renacimiento político italiano, sería necesario que se hallaran personas calificadas para ello, para un estudio sistemático serio y para una orientación que hoy se siente más necesaria que nunca.
En efecto se ha hecho manifiesta en especial en Italia, una situación de desorden, malamente contenido a través de medidas parecidas a aquellas de quien, limitando la erupciones epidérmicas, pensara arribar a una fiebre debida a la intoxicación de la sangre. Esta intoxicación, que ha contaminado a gran parte del estrato trabajador, es el marxismo o socialismo, es la mentalidad clasista, es la tan pregonada y artificiosa ‘conciencia de clase’.
La fiebre hoy serpentea en la forma ‘sindical’; sus erupciones endémicas son los desórdenes, las agitaciones, las huelgas, convertidas en cosa normal y natural, para prostrar a nuestra nación hasta el punto deseado por las formas extremas de la subversión mundial.
Únicamente confiriendo al ideal corporativo el significado orgánico, articulado de unidad casi guerrera que tuvo tradicionalmente, y dando a los intereses superiores mayor fuerza antes que un brutal y materialista impulso, el mal podría ser atacado en sus raíces: y, en la misma ‘época de la economía’, podrán ser mantenidos valores vinculados a una más alta concepción del hombre y de la vida.

Julius Evola
Il Meridiano d’Italia, 04/12/1949