viernes, 30 de diciembre de 2016

EVOLA: EL “AMOR POR LO LEJANO”

EL “AMOR POR LO LEJANO”



por Julius Evola

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Nada más nítido y contundente que dos conductas psicológicas dispares, tales como el amor por lo cercano y por lo lejano. En el primer caso la necesidad de estar cerca del otro, de sentirse acompañados, consentidos, con independencia de cualquier valor, es decir el afán por ser populares y por lo tanto ser 'votados'. Es lo propio de la modernidad en cualquiera de sus formas, sea democráticas como dictatoriales, (ambas por igual totalitarias) en donde sus líderes paradigmáticos viven atormentados por estar rodeados de multitudes, consultando siempre sus estados de ánimo y palpitando sus diferentes humores. Distinto es en cambio lo que acontece en el mundo tradicional. Existe allí un especial deseo de permanecer alejado de las muchedumbres, de vivir apegado a valores y principios, de no viajar a la búsqueda de los otros sino de permanecer inmóvil como un sol y en las alturas. Y a su vez las conductas de los gobernados son distintas. En el clima democrático se busca al jefe que sea como nosotros, uno más y de los nuestros, en cambio en un orden tradicional el gobernado se siente atraído por el que es superior y no se mezcla con los otros. Dos venas y dos tensiones diferentes contrastan en los dos tipos de orden. (M.G.)


En el campo de las reacciones interiores y de aquella disciplina que, con un neologismo, ha sido denominada la etología, se pueden distinguir dos formas fundamentales, marcadas respectivamente con las fórmulas de “amor por lo cercano” y “amor por lo lejano” (que no es otra que la nietzscheana Liebe der Ferne). En el primer caso uno se siente atraído por aquello que se le encuentra cerca, en el segundo en cambio por lo que le resulta lejano. Lo primero tiene que ver con la “democracia”, en el sentido más amplio y sobre todo existencial del término; lo segundo en cambio tiene relación con un tipo humano más alto, rastreable en el mundo de la Tradición.
En el primer caso, a fin de que una persona, un jefe, sea seguido, es necesario que se lo sienta como “uno de los nuestros”. Así pues alguien ha acuñado a tal respecto la feliz expresión de “nuestrismo”. Las relaciones de éste con la “popularidad”, con el “ir hacia el pueblo” o “entre el pueblo”, así como también, consecuentemente, con su insufribilidad hacia todo lo que signifique diferencias cualitativas, resultan sumamente evidentes. Casos recientes y significativos de tal orientación son conocidos por todos nosotros, pudiéndose incluir entre los mismos también a la insípida vocación “viajera” de los mismos Pontífices, allí donde lo normal hubiera sido en cambio alimentar una casi-inaccesibilidad, esa misma por la cual ciertos soberanos aparecieron ante el pueblo como “alturas solitarias”. Hay que subrayar aquí el pathos de la situación, puesto que puede existir una cercanía física que no excluye sino que mantiene la distancia interior.
Se sabe del papel relevante que el “nuestrismo” ha tenido aun en los regímenes totalitarios de ayer y de hoy en día. Son patéticas las escenas, que no se han dejado de resaltar por doquier, de dictadores que se complacen por figurar entre el “pueblo”. Allí donde la base del poder es en gran medida demagógica, ello resulta por lo demás casi una necesidad. El “Gran Compañero” (Stalin) no ha cesado de ser el compañero. Todo esto pertenece a un preciso clima colectivo. Hace ya más de un siglo y medio que Donoso Cortés, filósofo y hombre de Estado español, tuvo ocasión de escribir con amargura que ya no existen soberanos que pretendan presentarse verdaderamente como tales; y que si ellos lo hicieran, quizás casi nadie los seguiría. De modo tal que parece como si se impusiera hoy en día una especie de prostitución, ya puesta en relieve por Weiniger en el mundo de la política. No es azaroso afirmar que si hoy existiesen jefes en un auténtico sentido aristocrático, éstos muchas veces estarían obligados a esconder su naturaleza y a presentarse bajo la vestimenta de agitadores democráticos de masas, si es que pretendiesen ejercer una influencia. El único sector que en parte ha permanecido aun inmune de tal contaminación es el del ejército, aun si ya no es fácil hallar allí el estilo severo e impersonal que caracterizó por ejemplo al prusianismo.
Al “nuestrismo” le corresponde un tipo humano esencialmente plebeyo. El tipo opuesto es aquel al cual se le puede referir la fórmula del “amor por lo lejano”. No la cercanía “humana”, sino la distancia suscita en él un sentimiento que en el fondo lo eleva y, al mismo tiempo, lo impulsa a seguir y a obedecer, en términos sumamente diferentes del otro tipo. Antiguamente se pudo hablar de la magia o de la fascinación de la “superioridad olímpica”. Vibran aquí otras cuerdas del alma. En un dominio diferente, nosotros no podemos por cierto ver un progreso en el pasaje del hombre-dios del mundo clásico (por más símbolo o ideal que fuese) al dios-hombre del judeo-cristianismo, a aquel dios que se hace hombre y funda una religión de fondo humano, con un amor que debería mancomunar a todos los hombres así como hacerlos cercanos el uno con el otro. No equivocadamente Nietzsche denunció en esto a lo opuesto de lo que designó con la palabra vornehm, que se traduce por “distinto” o “aristocrático”.
El cielo nocturno estrellado por encima de sí era exaltado por Kant por su indecible lejanía, y tal sentimiento es probado por muchos seres no vulgares, en manera totalmente natural. Nos encontramos aquí en el límite. Sin embargo un reflejo puede ser resaltado también en planos infinitamente más condicionados. A la distancia “anagógica” (es decir, a la distancia que eleva), se le puede oponer en cambio aquello que se esconde bajo la vestimenta de una cierta humildad. Es de Séneca el dicho de que no existe un orgullo más detestable que el de los humildes. Este dicho deriva de un agudo análisis del fondo de la humildad ostentada por personas que, en el fondo, se complacen consigo mismas, sintiéndose en cambio sumamente insufribles hacia todo lo que es superior a ellas. El sentirse juntas en éstas es natural y remite a lo que hemos dicho más arriba.
Como en muchos otros casos, las consideraciones aquí expuestas son comprendidas con la finalidad de establecer criterios de discriminación, de medida, y se encuentran en verdad en una posición de contracorriente con lo actual.
Respecto de la manía de popularidad de los grandes, no resistimos a la tentación de referir un episodio personal. Años atrás hicimos llegar uno de nuestros libros a un soberano respetando las normales reglas de etiqueta, es decir, no de manera directa, sino a través de un intermediario. Y bien, nosotros decimos la pura verdad cuando afirmamos haber probado casi un shock al recibir una carta de agradecimiento que comenzaba con las palabra “Querido (!) Evola”, sin que yo hubiese conocido nunca personalmente a tal personaje o le hubiese ni siquiera escrito. Esta “democraticidad” parece estar muy en boga. En cambio hoy en día disgusta aquella persona que aun tiene una sensibilidad por los antiguos valores.
En un dominio sumamente banal se podría recordar como índice de una línea similar, un uso muy difundido en los Estados Unidos, el país más plebeyo de la Tierra. En especial en la nueva generación no se puede intercambiar un par de palabras con alguien sin que éste nos invite a tutearlo y a llamarlo con su nombre de pila, Al, Joe, etc. En contraste con esto podemos recordar a aquellos hijos que trataban de Usted a sus mismos padres y de una cierta persona, a nosotros sumamente cercana, la cual continuaba tratando de Usted a chicas (chicas bien) aun luego de haberse acostado con ellas, mientras que películas, que seguramente reflejan las costumbres del más allá del océano, nos presentan al estereotipo de aquel que, luego de un simple e insípido beso enseguida tutea a la mujer.

(De Il Conciliatore, septiembre de 1972)

miércoles, 14 de diciembre de 2016

El Partido Comunista de Rusia vuelve a la iglesia ortodoxa

Cosas viéredes, Sancho.


El Partido Comunista de Rusia vuelve a la iglesia ortodoxa


Después de décadas de ateísmo militante, comunistas rusos recurren a instituciones religiosas para ganar seguidores.
Partidarios comunistas llevan el retrato de Lenin en una manifestación de marcar el aniversario de la revolución bolchevique de 1917 [Maxim Zmeyev / Reuters]
por
Mansur Mirovalev



Mansur Mirovalev es un periodista y escritor de vídeo con sede en Moscú, que cubre las guerras y la paz en la antigua Unión Soviética.


Moscú, Rusia - Jesucristo fue el primer comunista del mundo, manifestó alegremente Tamara Lavrischeva.

"Jesús dijo:" No se debe recoger la riqueza terrenal, no va a ir con usted después de la muerte ' ", de 78 años de edad, titular y los cristianos ortodoxos dijeron a Al Jazeera mientras caminaba por las calles nevadas del centro de Moscú con miles de otros comunistas durante la manifestación de noviembre de 7, que conmemoró el casi centenario de la revolución bolchevique de 1917.

"Y los comunistas pensaban lo mismo", agregó, con la voz ahogada por la multitud a cantar canciones de la era soviética bajo banderas rojas con la hoz y el martillo y retratos de los líderes soviéticos Vladimir Lenin y Joseph Stalin.




Es un deber sagrado de los comunistas y la Iglesia ortodoxa de unirse

Gennady Zuyganov, presidente del Partido Comunista de Rusia


Con un encogimiento de hombros desdeñoso y una sonrisa condescendiente, Lavrischeva rechazó la matanza, el encarcelamiento y la persecución de millones de clérigos y creyentes cristianos ortodoxos en el lado de los comunistas.

Lo que dijo no era sólo una opinión de una mujer mayor que quiere reconciliar su fe con los ideales de su juventud en la oficialmente atea Unión Soviética. Su amnesia selectiva sobre la persecución de los creyentes - bien documentados y esgrimidos por las autoridades soviéticas - refleja una tendencia aparentemente paradójica en las recientes políticas del Partido Comunista de Rusia .

Más de 25 años después del colapso soviético, el partido apela vocalmente al cristianismo ortodoxo, el credo dominante de Rusia. Único presidente post-soviético del partido Gennady Ziuganov llama a Jesús "el primer comunista" más de una vez.

"Es un deber sagrado de los comunistas y la Iglesia ortodoxa  unirse," Zuyganov escribió en 2012 en el primer documento largo de su partido en la religión, ya que ambas instituciones comparten sus «objetivos y enemigos comunes". Los objetivos incluyen la censura de la 'corrupción y la violencia "en los medios de comunicación, la erradicación del liberalismo occidental y de su" concepción de los derechos humanos ", el gobierno electrónico y la educación sexual en las escuelas.


Un movimiento populista

La Iglesia ortodoxa de Rusia considera que dos tercios de la población del país de 143 millones de personas como su rebaño. A pesar de que la mayoría de ellos son sólo de nombre religiosos, tal como las encuestas muestran, todavía forman un grupo demográfico que ninguna fuerza política puede ignorar - incluso si es el rival más grande de Rusia Unida, el gobernante gigante Kremlin.

El Partido Comunista que cuenta con decenas de miles de partidarios lo tiene a .Ziuganov como postulante a la presidencia cuatro veces, siempre saliendo en segundo lugar, y el partido que ha dirigido desde 1993 ejerce en casi una décima parte de los escaños en la Duma, la cámara baja del parlamento ruso, formando su segunda mayor fracción.

Pero, en realidad,  él Partido Comunista es un coloso con pies de barro.

Su apoyo ha sido disminuyendo desde hace años; sus partidarios están simplemente desapareciendo. La edad de un miembro medio del partido es de 56, y el número de miembros ha caído a cerca de 155.000 - un número insignificante en comparación con los 19,5 millones de comunistas soviéticos en 1989. Los discursos de Ziuganov - calvo, regordete y poco carismático - apenas puede atraer a la generación del milenio o urbanos de clase media, los principales antagonistas del Kremlin.

El Partido Comunista necesitaba ampliar sus filas - y asegurar el apoyo de su base central.

Se ha blanqueado la imagen de Stalin, cuyo nombre el Politburó  habíacondenado y hecho tabú en 1956. aumentó su presencia en línea y reclutó a un físico ganador del Premio Nobel, un cosmonauta y un almirante retirado al principio de su billete federal en las elecciones parlamentarias de septiembre.

Y se volvió hacia la religión - algo que los sociólogos llaman un movimiento populista.

"Los fieles más devotos son en su mayoría mujeres de edad avanzada, jubilados, en cierto sentido, la base electoral del PP," Denis Volkov del Centro Levada, última encuestador independiente de Rusia, dijo a Al Jazeera.
Una simbiosis después de la persecución

La respuesta de la Iglesia al partido  ha sido educada.

"Todas las fuerzas políticas deben estar juntas cuando se trata de los valores de la fe, la moral, la cultura y la unidad de nuestra nación," dijo el patriarca ruso Kirill, citado por la agencia de noticias Interfax en 2014 cuando entregó a Ziuganov una medalla de la Gloria y honor, su máximo premio de la Iglesia, en su 70 cumpleaños.

En febrero, Ziuganov felicitó Kirill en el quinto aniversario de su entronización. "Uno de los más graves errores de mis predecesores fue que se confrontó con la Iglesia", dijo el patriarca.

Sin embargo, no era sólo una cuestión de caerse.

Cada líder soviético y hasta el mismo Mikhail Gorbachov  trató de acabar con la religión - ya sea religiones abrahámicas, Budismo, el chamanismo siberiano o cultos paganos endémicas.Los textos sagrados y reliquias fueron destruidas, los edificios religiosos volados, profanados y se convierten en establos, escuelas o almacenes.

Lenin lacónicamente estableció el número de sacerdotes ortodoxos para ser ejecutado: "Cuanto más, mejor." El Politburó apoyó la política de "ateísmo militante" que sustituyó a la religión con una ideología rígida que profetizó el triunfo del comunismo en todo el mundo, y se desarrolló un culto elaborado de Lenin y "santos" comunistas menores y "mártires".

Esta ideología se impuso a través de una máquina de propaganda diseñada para regular todos los ámbitos de la vida soviética y adoctrinar a los niños desde preescolar. Una de las primeras organizaciones de jóvenes soviéticos se llamó "pequeños diablos rojos".

A pesar de que la religión no se prohibió de plano, las autoridades trataron de controlar las instituciones religiosas, asociando algunos clérigos como agentes de la KGB.

A principios de 1990, una comisión parlamentaria dirigida por el político y sacerdote ortodoxo Gleb Yakunin publicó documentos de la KGB supuestamente demostrando que los altos jerarcas ortodoxos, entre ellos el futuro Patriarca Kirill, eran informadores de la KBG . 

La Iglesia ortodoxa negó las acusaciones y apartó del sacerdocio y excomulgó a Yakunin.El cura frágil se unió a una secta ortodoxa  y fue severamente golpeado varias veces por desconocidos.por el
cambio ideológico

Pero en estos días, incluso comunistas culpan a su propia falta de Dios del colapso de la URSS.

"El ateísmo ha destruido la Unión Soviética", dijo Vadim Potomsky, un gobernador Comunista de la región occidental de Oriol, según informes, a mediados de julio.

Ziuganov también menciona ocasionalmente al Islam y el budismo, cuyos adherentes forman minorías importantes en Rusia.

"Si Jesucristo, Mahoma y Buda no hubieran sido profetas, que habría sido de 100 por ciento comunistas," Zuyganov dijo al diario Kommersant en diciembre de 2015. El cambio de sentido hacia la religión también refleja una transformación tectónica en la  ideología del Partido Comunista.

Ziuganov todavía promete nacionalizar la industria del petróleo y gas de Rusia, restaurar un estado de bienestar socialista, y hacer frente a la "podredumbre del capitalismo occidental".

Pero, en lugar de la lucha mesiánica de una "unidad proletaria" en todo el mundo, el hoy Partido Comunista apoya el nacionalismo y explota una nostalgia generalizada por el pasado soviético.

Es "una fiesta de la nostalgia imperialista y el nacionalismo ruso, y no hay imperialismo o el nacionalismo sin la ortodoxia rusa," Andrei Kolesnikov del Centro Carnegie de Moscú, un grupo de expertos, dijo a Al Jazeera.
Otra cosa que socava la popularidad del partido es su conformismo. grupos comunistas disidentes y críticos acusan Ziuganov de convertirse en parte de la "oposición sistémica", un término usado para describir tres partes nominalmente opuestas a Rusia Unida.

Estas partes tienen asientos en la Duma , vocalmente critican al Kremlin - y en silencio votan en la mayor parte de las leyes. Durante años, el Partido Comunista ha apoyado algunas de las iniciativas más controvertidas del Kremlin - la anexión de Crimea, los ataques aéreos en Siria y reformas internas impopulares como recortes drásticos en los pagos de bienestar.

Fuente: Al Jazeera Noticias

lunes, 12 de diciembre de 2016

GHIO: TRUMP, PUTIN Y LA ASCÉTICA DEL DINERO

TRUMP, PUTIN Y LA ASCÉTICA DEL DINERO

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Ha quedado más claro que el agua hoy en día, salvo para los que son ciegos, que finalmente las dos ideologías modernas, liberalismo y socialismo, se encuentran hoy unidas en la figura de los dos jefes de Estado (en donde uno de ellos se encuentra a punto de serlo) exponentes principales de las mismas.
Bien sabemos que, a pesar de las décadas enteras con que se nos viene saturando desde diferentes medios expresando un horizonte mental digno de la más tosca de las especies vacunas, que el problema principal de la alta política no pasa por cuál es la fuerza que mejor motoriza el funcionamiento de la economía, si el Estado o la iniciativa privada, sino por el más profundo de todos, si es acaso la economía el destino del hombre o en contraste con ello reputar que, en tanto no se la ha convertido en potencia principal y excluyente, su mejor funcionamiento pasaría justamente por ser dirigida por una fuerza que se encuentra ubicada por afuera y encima de ésta. En pocas palabras el dilema no es Marx o Adam Smith, sino entre todos estos exponentes de la modernidad y Platón. Mientras que los primeros manifestaban que los participantes principales del mundo de la economía deben ser los que gobiernen una nación, este último decía en cambio que tal función debía ser desarrollada por el filósofo, es decir aquel que se encuentra afuera y por encima del mundo del dinero. Es decir el dilema es si deben gobernar aquellos que mejor entienden de economía o porque son excelentes planificadores estatales o porque han demostrado gran sagacidad en hacer impresionantes negocios, o, por el contrario, aquellos que en tanto han sido capaces de subordinarla y doblegarla en sí mismos pueden hacerlo también en el resto. Y en tanto la economía no se ha convertido en el problema excluyente y no son tomados más por ‘estúpidos’ quienes no creen que lo sea, resolverlo se convierte por lo tanto en una cosa mucho más sencilla. Es decir el dilema sería o hacer de la economía el factor prioritario y obsesivo de la humanidad entera, o por el contrario desintoxicarla y convertirla en una actividad más, y en la menos importante de todas. O también el dilema pasa o por incrementar hasta las últimas consecuencias las necesidades del consumo a través del martilleo incesante de los medios publicitarios, o en cambio lograr un hombre que consuma en todos los casos lo menos posible, es decir exclusivamente lo necesario para vivir y que entregue la mayor parte de su tiempo a la oración y al interés por las cosas espirituales. En pocas palabras, si un gobierno moderno, liberal o socialista, considera que lo que marca el progreso de un país es el mayor aumento de la producción, en cambio uno de carácter tradicional reputa que un país ha progresado cuando se resuelve producir menos, ya que las necesidades de consumo, en su gran mayoría impuestas y ficticias, han disminuido y los seres humanos no necesitan rodearse de tantos objetos superfluos. Se trataría por lo tanto de una sociedad en la que ser es más importante que tener.
Y también puede decirse  en relación a todo esto que hay dos formas de ascetismo posibles o el de aquel que ha disminuido al mínimo indispensable lo relativo al plano material en donde rige el factor económico, o por el contrario de aquel otro que ha visto en esto mismo la razón última de su existencia. Este último tipo de sujeto es aquel que ha hecho de la acumulación de bienes materiales buscados en sí mismos y con independencia de su función última que es la satisfacción del elemento corporal del hombre el móvil principal de todas sus acciones.
Enfatuados como nos encontramos de economicismo, el falso dilema, Marx o Smith, socialismo o individualismo liberal, iniciativa privada o planificación estatal han puesto en un falso contraste a la humanidad desde hace al menos 200 años convirtiéndose en una discusión monotemática y aburrida que siempre conduce a un callejón sin salidas. En el caso del liberalismo todo pasaría por considerar que la iniciativa privada, que es egoísta por naturaleza, reconvierte socialmente los intereses individuales en progreso y bienestar general (la teoría de la armonía preestablecida o del dios coctelero que vela por todos nosotros), o por el contrario el socialismo que considera que como tal reconversión no sucede, finalmente dicha tarea debe ser obra de la planificación estatal, generando así una casta de funcionarios que, en tanto también partícipes de la mística del dinero, terminan enriqueciéndose tanto o aun más que el empresario capitalista inescrupuloso. De esta manera se cumple con lo formulado brillantemente por Nietzsche, el socialismo en última instancia no es la negación del liberalismo, sino un liberalismo envidioso que pretende ocupar el mismo lugar que el empresario capitalista.
Estos modelos consumados hoy se encuentran al frente de dos de los Estados más poderosos del planeta (EEUU y Rusia) en la figura de Trump y Putin, dos grandes multimillonarios y ricachones surgido el primero por la iniciativa privada y el segundo por la gestión socialista del Estado. El norteamericano promedio imbuido de siglos de economicismo exalta y admira de Trump la capacidad de haber podido convertirse en un hombre de gran fortuna y suponen algunos de ellos con verdadera ingenuidad, como sucede también aquí en la Argentina en donde otro ricachón gobierna nuestro país, que en tanto ha hecho dinero no usará la función pública para enriquecerse y que logrará que ese mismo éxito personal se convierta en colectivo. Pero aquí debemos recordar una vez más que así como existe una ascética de quienes prescinden del dinero reduciéndolo al mínimo indispensable para subsistir en tanto dedican su actividad a las cuestiones del espíritu, hay otra invertida, de la cual Trump es un ejemplo paradigmático, de personas que en cambio lo buscan por sí mismo en la medida que les otorga poder, por supuesto que material y no fundado en el prestigio o el carisma espiritual.
Putin a su vez lo ha incrementado utilizando el mismo organismo estatal. Bien sabemos que usando su poder coercitivo se ha hecho de riquezas incalculables persiguiendo y confiscando bienes de empresarios exitosos.
Va a ser pues la primera vez en la historia, luego de las recientes revelaciones de que Putin intervino en la campaña electoral norteamericana para favorecer el triunfo de Tump, que los dos sistemas gemelos, basados recíprocamente en Marx y en Smith, coincidirán en un plan conjunto de gobierno en tanto ambos han dado prioridad a sus intereses económicos por sobre la ideología, instrumento éste para engatusar a las masas. Es bien sabido que ambos tienen negocios conjuntos en diversos países del mundo y en especial en la misma Rusia. Es decir con Trump y Putin se demuestra por primera vez que no solamente liberalismo y socialismo son ideologías gemelas, sino que además hacen buenos negocios conjuntos entre sí.

Marcos Ghio

12/12/16